sábado, 18 de abril de 2015

La última frontera.

Cuando pensé en China, lo hice pensando en conocer la Muralla. Mientras fui planeando el viaje y descubriendo un poco más sobre el país en base a lectura, me topé con Tagong. Casi no había información sobre el lugar. Sólo unos párrafos y una foto que me daba a entender que estaba en un sitio único. Pensé que ir a China y no hacer el esfuerzo para acercarme ahí hubiese sido un desperdicio. Entonces planifiqué mi viaje tratando de encontrar la forma de llegar al oeste de Sichuan, en la frontera con el Himalaya, en el invierno de oriente.

A las seis de la mañana estabamos listos con Jackie y Liam, viendo en que minivan viajabamos hacia Tagong. Tuvimos que esperar a que se llene, con un monje, y dos personas más que iban a lugares igual de despoblados y remotos que nuestro destino. La ruta, siempre en subida, nos paseó una y otra vez por Minya Konka, una de las 5 montañas más altas del mundo, y otras fracciones nevadas de la cadena del Himalaya. El camino, entre la subida y la estrechez de la ruta, se hace a una velocidad limitada, por precaución. Tras mil giros de montaña, comienzan a verse los primeros asentamientos de arquitectura 100% khampa al costado de la ruta. Casi que se camuflan con el paisaje, porque las casas usan el mismo color que la tierra. Tres horas y un par de paradas para bajar y recoger otros pasajeros en medio de la ruta, vimos una inscripción de miles de banderas tibetanas incrustadas en una montaña. Era la señal que habíamos llegado a Tagong

Tagong se describe sola. No más de 30 casas puestas una enfrente de la otra, en una calle de tierra. La plaza central tiene forma redonda, y alrededor de ella están el Templo, a un costado la posada, y a otro costado unas stupas junto a las ruedas de oración. Atrás del templo está la mencionada inscripción sobre la montaña. A diferencia de Kangding, acá sí son casi todos Khampa, no hay tantos chinos Han como en la capital de Garzé. En la posada aguarda el único contacto con el mundo occidental: Angela, una estadounidense casada con un khampa es quien se hace cargo del hotel, junto a su asistente, una estudiante de linguistica de la Universidad de Texas que tuvo la idea de especializarse en el tibetano, una lengua de la cual se sabe muy pero muy poco y casi no existen reglas escritas más allá de algun libro de frases. Un proyecto ambicioso, pero que el que quiere celeste...

Los tibetanos no comen animales, salvo que estos hayan muerto naturalmente. Por eso es habitual ver que en el pueblo carneen en plena calle a los yaks fallecidos, porque Tagong no conoce el concepto de heladera (más allá del clima del lugar). La dieta tibetana es principalmente vegetariana, pero el yak en este caso es su "monocultivo animal", porque junto al caballo tibetano (un pony más peludo) es el único animal capaz de sobrevivir en esas condiciones climáticas tan adversas.
La carne, entonces, o se come fresca (al día o al día siguiente) o se desperdicia.  Sin embargo, quienes hacen este trabajo no son los khampa varones (los cuales religiosamente usan su campera de cowboy, su sombrero de cuero y el pelo largo y lacio), sino las mujeres. Debo decir que la carne de yak es de la mejor que comí en China, pero principalmente por el hecho de poder saber que estaba comiendo carne de yak y no de un animal desconocido.

A la derecha de las stupas encontré el monasterio que aparecía en la foto que había visto. Sin embargo, recorriendo , mirando de un lugar para otro, no había encontrado el ángulo correcto, lo cual me hacía pensar que quizás ese no era el monasterio, sino otro.

Recorriendo con Liam y Jackie las colinas, realmente sentís que estas en un lugar que no tiene comparación. Una mezcla de Asia Central, con el Tibet, con China, donde realmente uno siente que las nubes están más cerca. Y el dolor de cabeza también. Obviamente, a 4000 metros de altura es casi imposible no apunarse (o atibetarse, en este caso). La gran mayoria del camino a Tagong se hace a alturas que promedian entre 4000 y 4750 metros.

Las colinas de Tagong son una de las joyas ocultas de China. Entre las montañas nevadas, las sinuosidades y las formas del terreno, el cielo y los cientos de yaks que pastaban daba todos los condimentos de un lugar mágico. Después de miles de kilómetros, finalmente estaba ahí. A lo lejos, a una distancia que parecía ser de unos 5 kilómetros, parecía haber un edificio. Determinado, y pensando que quizás ahí sí estaba mi monasterio, me dirigí sin pensarlo mucho, mientras Liam y Jackie habían vuelto a la posada de Angela. Los cinco kilómetros se hicieron más, sobre todo por la falta de un camino recto. La única orientación era la visual al supuesto monasterio, pero las subidas y bajadas, los yaks salvajes que aparecian en el camino, y las caídas hacían que caminar fuese muy dificil. Después de Huangshan, sin embargo, estaba curado de espanto de caminar en condiciones adversas. Sin embargo, tras mucha caminata, desvío y sudor llegué a destino.

El monasterio claramente no era el lugar que estaba buscando, arquitectónicamente me resultaba evidente. Pero en la puerta, asombrados ante mi llegada, había cuatro chiquitines aprendices. Todos en ojotas y tapados, y uno incluso estaba comiendo un palito helado de agua. Yo estaba con mi campera más abrigada, y estaba muriendome de frío y calor al mismo tiempo, y estos pibes comiendo un palito en el invierno del Himalaya!. Me quedé un rato con ellos y un monje mayor que los acompañaba. Pero tenía que volver, no fuese cosa que me oscureciera y tuviese que improvisar a la intemperie OTRA VEZ.

La vuelta fue ligeramente menos ardua que la ida, pero el total de caminata hizo que la experiencia fuese desgastante. Estaba cayendo el sol y las habitaciones esperaban. Tal como en Kangding, no existía ni el inodoro ni la calefacción. Fue la noche más fría que pasé (después de la de Huangshan a la intemperie, claro está).  A la mañana siguiente, tenía que volver para Chengdu, así que a primerisima hora conseguí una minivan a Kangding y de ahí en micro a la tierra de los Pandas, porque a última hora me esperaba un tren hacia Xi-an. Liam y Jackie no tenían apuro con el tiempo, entonces su plan era seguir al sur, a Litang, y de ahí entrar "por la puerta de atrás" a Shangri-la, en la pintoresca provincia China de Yunnan. Me hubiese encantado hacer esa ruta, pero uno hace lo que puede en el tiempo que tiene. Como premio consuelo, un poco de orgullo o de ego me despierta el saber que quizás sea, no se si el primer argentino en pisar Tagong, pero seguro el primer florestano.

Y sí, cuando estaba casi a punto de irme, finalmente encontré la foto que tanto había ido a buscar. Solo pude tomar dos fotos antes que muriese la batería, pero me mostré conforme con el resultado. Era el primer monasterio, pero por las sinuosidades de la montaña, solamente recién cuando volvía encontré el ángulo que estaba en la foto que había visto.



PD: En la parada en Kangding, me paró un monje khampa y me pidió una foto con el. Decí que tardé en entender que es lo que quería hacer conmigo, sino yo también le hubiese pedido una foto a el, pero no me avivé. Porque el tipo me mostró como quedó la foto que sacamos con su cámara y si yo tuviera una así con el CLARAMENTE sería hoy mi foto de perfil en todas las redes sociales. 

Las fotos están acá y son un montón. Espero haberle hecho justicia al lugar con mi cámara.

https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/sets/72157651972722406/