lunes, 31 de octubre de 2016

Nerede Ayasofya? (¿Dónde queda Santa Sofía?)

Uno siempre tiene tiempo para escribir. Porque no existe esa noción de que estás ocupado las 24 horas del día. Sin embargo, hay momentos en donde lo último que tenés ganas de hacer en tu escasísimo tiempo libre (que a medida que te aproximás a los 30 es cada vez menos, dependiendo de ciertas decisiones de vida que vayas tomando) es sentarte a escribir, una actividad que demanda cierto nivel de concentración, además de tiempo. Y me pasó que en estos últimos meses no tenía ganas de escribir. Entre nos, tampoco sé si quiero hacerlo ahora, pero tampoco se puede tardar tanto en contar una historia (inserte aquí referencia a George R.R. Martin y su redacción parsimoniosa a la hora de terminar sus libros). 

También puede tener que ver la falta de fotos de alguna forma no te empuje a narrar lo acontecido. Es más difícil contar una historia sobre un lugar sin las imágenes que te ayuden –y yo no escribo tan bien ni soy tan preciso en mis relatos tampoco, ni pretendo serlo-.

Además, en Estambul entre que escribí el capítulo anterior y este, hubo un par de pequeños eventos, como un golpe de Estado, o autogolpe, vaya uno a saber bien que fue lo que ocurrió. Turquía es un lugar donde uno aprende a desconfiar de la información que a uno le dan hasta que no la ve prima facie. Como vimos en la última entrada, la historia es muy fácil de manipular, sobre todo con las vicisitudes propias del idioma, aunque el turco para hablar de una forma básica es un idioma muy sencillo, economiza muchos recursos al igual que el inglés. En muy poco tiempo podía hacer preguntas medio cavernícolas del tipo “Donde queda Santa Sofía?” y recibir respuestas simples y claras a las mismas.

Volvamos la acción al hostel. Es el día después de los enfrentamientos con la Policía. Nos levantamos temprano con Paloma y nos pusimos al día. Me contó de cómo había sido su experiencia en Europa, mientras yo le conté de mis días en Tel Aviv y las expectativas que tenía para China.  East meets West. Que en el día de ayer hubiese habido el tamaño quilombo que hubo en Plaza Taksim hizo que yo le tomase la mano rápido a la geografía del barrio y a su movilidad. Ergo, aprovechamos para cruzar el puente de Galata, que conecta Taksim con el barrio histórico de Fatih y Sultanhamet, donde esperaban la Mesquita Azul o de Sultanhamet (que ojo, no es la que se ve en la famosa panorámica de Estambul, esa es la mesquita de Suleymaniye y está cerca del puente) y Santa Sofía. 

Apenas cruzas el puente llegás a Eminonu, el famoso mercado de las especias. No es el gran bazar de Fatih, ojo, sino uno mucho más pequeño pero más disfrutable que el Gran Bazar, en mi opinión. En este último  ni los precios ni los productos ofrecidos son maravillosos. Más allá de la práctica institucional divertida que supone el regateo, los negocios que están afuera del Gran Bazar tienen precios más accesibles y también facilitan la posibilidad de pagar menos, si bien hay que tener cuidado con las famosas “trampas para turistas” (especialmente cuando te ofrecen un té de manzana, que es muy rico, pero estate seguro que te van a tratar de vender algo a un precio que no lo vale) . Lo que sí, vale la pena dedicarle un tiempo para conocer su arquitectura e ir a sacar fotos a los negocios de lámparas. En Eminonu, el contacto también se hace por los ojos pero especialmente por los sentidos del gusto y el olfato. Vale la pena desviarse, estar un rato, degustar cosas ricas y comprar algo si creen que lo vale (El Turkish Delight es un asco, ni se calienten igual) de camino a Sultanhamet.

Entre la Mesquita y Santa Sofía hay una plaza que las separa, menos de 200 metros. Si bien es una estructura impresionante, la Mesquita no es tan Azul como parece, y por dentro no tiene grandes ornamentos arquitectónicos ni arabescos. Estuvimos unos diez, quince minutos ahí, y si bien me gustó, no me había impresionado. Santa Sofía (conocida como Ayasofya) es con entrada paga y además ofrecen audioguías por separado, aunque nunca fui muy fanático de usarlas. Tuvimos suerte que estaba abierta ese día, creo que los Lunes cierra mientras que los Martes es el palacio de Topkapi el que no abre, pero no estoy seguro si era exactamente así.

Sin demasiados pruritos puedo decir que Santa Sofía es uno de los lugares más increíbles y espectaculares que vi en mi vida. La ex iglesia y ex mesquita me retrotrajo a una sensación donde podías ver a través de un edificio 1500 años de historia. Veías a los bizantinos, veías a los cruzados, veías a los otomanos, veías a los turcos…Jesucristo, Justiniano, Alá, Ataturk, la caída de Constantinopla, todo. Santa Sofía fue una iglesia en ortodoxa desde su construcción cerca del año 537 por el emperador Justiniano, pasó a ser una catedral Romana durante el Siglo XIII por los cruzados, para volver a ser una iglesia ortodoxa después . Finalmente, en 1453 Mehmet II derrotó a Constantino XI, el último de los Palaiologos. Este hecho supuso la caída del Imperio Bizantino. Los Otomanos, en lugar de destruir el edificio, lo adecuaron para que fuese una mesquita aprovechando su tamaño y opulencia. Entonces los frescos en lugar de ser destruidos, por ejemplo, fueron tapados por otras formas o estructuras. Se agregaron minaretes, mimbares y otras estructuras del Islam. Ataturk, en el siglo XX, en su proyecto de secularizar Turquía (en parte ese es el conflicto con el Islam que tienen ahora ahí: una tensión entre los laicos y los pro Islam: Turquía es un país árabe, étnicamente hablando pero no islámico desde un punto de vista institucional-religioso) convirtió a Santa Sofía en un museo, ni cristiano, ni musulmán. Era un edificio con un aura tan propia e imponente en donde sentías que la historia misma quería decirte algo a través de sus frescos, sus columnas, sus inscripciones, el domo gigante, el pináculo de la arquitectura bizantina con minaretes espectaculares. A veces sentís una conexión con ciertos lugares más que con otros. Pasa. Con Santa Sofía 1500 años me cayeron por la cabeza con un par de miradas nomás.

The One and Only (?).  La foto es de Johnsnotes.com


Después fuimos a comer en un restaurant por ahí, cerca de la zona. Seguía pareciendo barato (aunque no tanto como comer en la calle, claro está).

Otro lugar que está cerca de Santa Sofía es la Basílica Cisterna, con sus columnas bajo el agua y la estatua de Medusa. Al ser una construcción principalmente subterránea su entrada prácticamente es invisible para quienes no prestan atención o han oído hablar de la existencia del lugar. La rompe. Si pueden, veánla.

La Basílica Cisterna, cortesía del sitio HoleIntheDonut.com

También hay que destacar El Palacio de Topkapi, que si bien cierra los martes (creo) está por Sultanhamet y si bien no es Santa Sofía, es un lugar que bien vale la pena visitar y tiene un montón de cosas muy lindas para ver.  Dentro de la instalación, pero con entrada aparte, está el Harén, que si bien no es imprescindible...bueno, cuando sos turista, tenés tiempo y la plata...nunca está de más. 


El día estaba horrible, como todos los que nos tocaron en Estambul (22-26 de Febrero, pleno invierno), pero aun así nos animamos a andar por un barco y conocer el Bósforo y el Cuerno Dorado. El paseo estaba a un precio bastante razonable (30 liras) y recorrimos los lugares que habíamos visto al pasar. Cuando subimos al barco la fauna local se hizo presente: aguavivas por doquier decían presente en el Bósforo mientras que las gaviotas dominaban el cielo gris de la ciudad. El frío se sentía en los huesos y más, pero bien valió la experiencia.

En la noche, en el hostel, conocimos a tres personajes. Dos son Ricardo e Inés, un par de fotógrafos portugueses (yo puedo mantener una conversación en portugués con alguien, pero es posta eso que dicen que entender una conversación en el portugués de Portugal es casi imposible, parece rumano cuando hablan). No debían tener más de 25 años y tenían pensado quedarse de intercambio seis meses en Estambul, por lo cual estaban de tránsito en el hostel buscando conseguir un departamento donde vivir de manera menos itinerante.

¿La otra persona? Saool Amer, Saudí, demente y aspirante a músico. Su viejo era profesor en una universidad, creo, enseñaba algo relativo al Islam. Él había estudiado piano y ahora estaba tratando de hacerse un lugar en el mundo de la música, filmando y editando sus propios videos. Ciertamente el no parecía hijo de un profesor del Corán. 

Muy entusiasmado nos mostró su video para ver que opinábamos de el. En un principio me pareció muy bizarro, sobre todo por sus manierismos a la hora de actuar frente a la cámara, cual Colin Hay (de Men at Work). Ricardo optó por hacer unas críticas más técnicas, iluminación, cámara, etc. Con el tiempo me di cuenta que en verdad a mi me gustó, que querés que te diga. El tipo tenía una cosa medio industrial ciertamente divertida. Y la pasión y el entusiasmo que Saool tenía por lo que había hecho era impagable de ver.  A la fecha no tiene muchos más videos, lo cual me parece una lástima. Ojalá que el ande bien y siga dando rienda suelta a su locura. 



Better call Saool (?)


Después de eso salimos un rato a medianoche a patear Istiklal, en el frío bosfórico junto a nuestros nuevos amigos lusos. Ricardo me contó que estaban en Turquía porque en Portugal las cosas no estaban tan bien, y que Europa no era una panacea ni mucho menos para el futuro venidero. La inacción política ante los aumentos de precios, el empeoramiento de las condiciones de vida y las crecientes desigualdades sociales los hicieron alejarse de su país, optando por un destino exótico como Turquía, en principio provisoriamente, pero sin ganas de volver a la madre patria así que quien sabe donde irían a parar después. 
Mientras Paloma hablaba con Inés, el me contaba que es fácil notar la presencia policial en Estambul y la vigilancia del Estado turco, de la mano de Erdogan. Sobre todo días después de la batalla campal que hubo en Taksim. El decía que muchos de los vendedores ambulantes en realidad son policías de civil, porque, después de todo, ¿qué clase de vendedor ambulante tiene su puesto de ostras abierto a la 1 am?. Creer o reventar, pero el ciertamente tenía un punto a su favor. No solamente los vendedores de ostras, también el test del ojo hacía ver que había varios individuos corpulentos por Istiklal a la medianoche, la mayoría de ellos realizando trayectos cortos o incluso quietos. 

Pensé que en un post me iba a alcanzar para describir toda Turquía. Me equivoqué, me queda uno más. Espero no tardar tanto la próxima. 



Mi foto con el Diego (?), una de las pocas que sobrevivió