domingo, 14 de diciembre de 2014

Peregrinando a Hong Kong: el churrasco, el rey momo y la estación del sudeste

A la tarde después de la mexicaneada, fui a la terminal de ómnibus central de Hangzhou (generalmente en las grandes ciudades de china hay varias terminales de ómnibus, y según al punto cardinal al que uno se dirige, es la terminal que corresponde. Las excepciones son las estaciones centrales) y saqué un boleto para Shanghai, el más rápido posible.

Resulta que a la mañana de ese mismo día, antes de salir a pasear por el lago, hablé con David. Le pregunté si ya había vuelto a Shanghai y si tenía ganas de cenar conmigo esa noche, al menos una vez más antes de que me fuese a Hong Kong. El dijo que sí, y que iba a traer compañia además. Por eso la celeridad de hacer más o menos rápido esos 178 kilómetros que separan Hangzhou de Shanghai, sobre todo conociendo el tráfico en China. Sí, es terrible, pero tampoco tanto como las hipérboles nos quieren hacer creer de demoras de 15 horas (días después las comprobaría, a menor escala, de todas formas). Fue un viaje de 4 horas en total hasta la estación, más media hora hasta la estación de Nanjing Road, donde habíamos quedado en encontrarnos. Él y su compañero, Ignacio, ya se estaban yendo cuando justo llegué, a último momento (recordar, al no tener 3g y el wifi ser una cosa tan circunstancial la comunicación y la coordinación no son cosa fácil).  Me preguntó como había estado Huangshan y yo le pregunté a su vez por la colonia italiana de Tianjin.

El dijo que tenía una sorpresa preparada para Ignacio (mendocino él) y para mí. Y nos llevó a una "churrascaría". Se excusó y pidió perdón porque no había ningún lugar de carne argentina, pero creyó que la versión brasilera de la parrilla sería un sustituto apropiado. Obviamente no nos negamos. A diferencia de Beijing, donde David y yo usábamos principalmente el inglés para comunicarnos, ahora la situación era diferente, Ignacio usaba el chileno castellano así que me vi impulsado a hacer lo mismo. David, por su parte, respondía en italiano. Era una cena bastante distendida así. La carne? Estaba bastante bien, para lo que son los estándares chinos, pero obviamente no hay comparación con la de acá.  Igual la comida era lo de menos, la verdad. La charla fue bastante amena y entrada la noche, ellos se fueron por su lado y yo me volví al hostel, despidiéndonos y contentos de habernos visto una vez más.

De Shanghai me arrepiento de no haber ido de haber ido a los jardines botánicos, pero claro, hablar con el diario de seis meses después es fácil. Me tomé el subte y fui para el aeropuerto de Pudong, porque eran unos 90 minutos de viaje bajo tierra y no quería llegar con lo justo. Durante las últimas estaciones el subte decidió mostrarle su cara al mundo (?) y no fue un recorrido soterrado. Así que pude ver a la izquierda del anden una especie de viaducto, donde pasaba nada más y nada menos que el tren MAGLEV, cuyo nombre se debe a la fantástica combinación de palabras conocida como "Levitación Magnética", capaz de alcanzar 430 km/h. El Maglev une el aeropuerto de Pudong con el centro, como el subte, pero con una tarifa mucho más elevada, y a una velocidad ridícula gracias a su preciosa tecnología. Anotá, McFly.

Llegué a Pudong temprano, y como no tenía mucho que hacer, empecé a chusmear vidrieras, y demás...boludeces que uno hace para pasar el tiempo. Entre esas boludeces, estaba la lista de objetos peligrosos que uno no debería llevar en el equipaje de mano bajo ningún concepto: como los chinos son fanáticos de los extremos, por un lado teníamos una espada, símil katana. Por el otro lado, un aerosol de nieve artificial de nuestro querida marca, Rey Momo. Industria Argentina y todo, decía el envase.

El vuelo en realidad no era a Hong Kong, sino a Shenzhen, una ciudad SEZ (zona económica especial) que queda en la frontera con la ex colonia británica. Esto fue así porque obviamente, el vuelo iba a salir más barato al tratarse de uno doméstico y no uno internacional (300 yuanes, o sea, unos 380 pesos en una línea como China Southern, miembro de Star Alliance, si no me equivoco. Una página súper útil para los vuelos domésticos en el país es la versión en ingles de ctrip.com).
El vuelo llegó con más de una hora de demora a Shenzhen, por lo cual aterrizó a las 9 cuando debió haberlo hecho a las 7 y media. No son buenas noticias, porque tenía una frontera por cruzar, y mientras más tarde lo hiciese, menos alternativas de transporte tendría. Así que me subí a un bondi que hace servicios a Luohu (tenés dos fronteras, en Futian y en Luohu. La primera es más cerca, pero es un poco más difícil llegar así que fui a lo seguro y me fui a Luohu, la frontera del sudeste).

Al bajar, terminé en una especie de edificio parte shopping, parte lugano 1 y 2, parte terminal de micros de Retiro, parte pabellón 3 de ciudad universitaria, bastante díficil de describir. Ese edificio al cual era difícil llegar (por falta de señalización en el exterior y por falta de gente en la calle al ser las 10 y media de la noche) era el edificio de frontera China-Hong Kong. Poca luz, negocios del tipo tugurio abiertos a altas horas de la noche, subir y bajar pisos siguiendo un cartel esporádico que decía por donde ir...

Una vez superado el laberinto de concreto, llegabas a un andén. La frontera a Hong Kong técnicamente se cruza a pie desde China, pero en realidad al hacerlo no salís a la calle, sino que te lleva al MTR (Mass Transit Railway, el tren/subte de Hong Kong). Esto es, una frontera pedestre-ferroviaria.

Cerca de la medianoche, el último tren desde Lo Wu (en cantonés, Luohu es en Chino mandarín) hacia Kowloon estaba por salir en unos minutos. Así que cambiamos los yuanes por HKD (Hong Kong Dollars y conseguí la SUBE nativa, la Octopus Card)  El primer tramo del camino, sobre la superficie, era el conurbano de Hong Kong, los "new territories", con menor densidad de población en comparación a la isla central pero aún así relativamente urbanizados. Me bajé en la terminal, ya haciendo trayecto bajo tierra, era cerca de la ciudad universitaria, y sin tener mucha idea de como cruzar desde Kowloon hacia la Isla Central (donde estaba mi hostel) a medianoche con un medio de transporte público me ví obligado a tomar un taxi hacia Causeway Bay, distrito donde iba a pasar la noche y dormir como un campeón tras un día larguísimo. Por lo poco que había visto de Hong Kong hasta ese entonces, lo sentí como un lugar que se parecía a todos los lugares pero a la vez era algo único.

Desde ya les adelanto, que es un lugar donde me encantaría volver.

Si bien la abrumadora mayoría de las fotos de Hong Kong no forman parte de esta historia (aún), están donde siempre:

https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/


Los taxis de Hong Kong. Todos tienen el mismo modelo de Toyota.

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