sábado, 27 de diciembre de 2014

Hong Kong, la ciudad de los mil mundos

Cuando armé este viaje no tenía en mente pasar por Hong Kong. Quedaba bastante lejos de mi itinerario original, así que la decisión de pedir una visa a  China de doble entrada fue de último momento. Como Hong Kong y China se manejan por fronteras diferentes, un viaje a Hong Kong desde China cuenta como si fuese uno internacional. Ergo, al volver a China, tenés que tener una visa de doble entrada.

Tiempo después me alegró mucho de haber pasado por ahí unos días: fue un respiro, no sólo por lo increíblemente divertido que es, sino también para alejarse un poco de lo que es la China continental. El shock cultural, le dicen. No es tanto por las costumbres, la higiene o lo demás. Es porque sencillamente, si no hablás chino, no hablás. Entonces, los días en Hong Kong supusieron un descanso, no tanto a los ojos, pero sí a los oídos.

Hong Kong tiene tres grandes distritos habitacionales: los suburbios The New Territories (la principal área suburbana, el famoso conurbano al cual hice referencia en el post anterior), la península de Kowloon, y la Isla Central (o simplemente, Central o la Isla), estas dos unidas a través de varios túneles. Mi hostel quedaba en Causeway Bay, isla central, y para mí sorpresa, no fue tan difícil encontrarlo. Si en Shanghai les había dicho que había hoteles contenidos enteramente en un sexto piso, que decir de Hong Kong. Imposible que puedas ver a simple vista un hostel. Están prácticamente todos escondidos dentro de edificios. Lo que sí podés ver son las luces de Causeway Bay. Cuando uno se hace las imagenes mentales de las metrópolis de Asia, a raíz del cine o de otras formas de expresión, las hacemos siempre saturadas de neón y LEDS. Beijing no daba con ese perfil, Shanghai se le acercaba pero tampoco. Hong Kong sí. Nunca fui a Nueva York o a Tokio, pero Hong Kong parecía ubicarse en algún punto medio entre ambas. 

Por 160 pesos argentinos (o 150 HK Dollars, la conversión es prácticamente 1 a 1), no podía esperar más que una cama en una habitación mínima, coqueteando con la idea de ghetto pero sin llegar a un hacinamiento indigno. Y así fue. Como tenía hambre, fui a buscar algo para comer a eso de la 1 a.m, pero sin grandes esperanzas. Menuda sorpresa me llevé al ver que todos los supermercados no sólo abrían las 24 horas, sino que tenían colas infernales bien entrada la noche. Agarré uno de esos platos de arroz con unos dumplings marca Coto (?) y por 15 HKD al menos pude cenar.

A la mañana siguiente, mientras desayunaba y chusmeaba en algún mapa de la ciudad que podía hacer, escuché un tono de inglés ligeramente latinizado: uno parecía ser francés, lo cual es normal en una ciudad con tantos expatriados, pero el otro parecía ser...un argentino? Y efectivamente, lo era. Olivier y Manuel, importados de París y Buenos Aires, acompañados por su amiga Alexa, polaca. Los primeros dos estaban estudiando arquitectura en Bélgica. Sobre ella, creo que estudiaba otra cosa, pero en Alemania. (Por eso hablaban en inglés y no en francés). Manuel, gratamente sorprendido por toparse con otro argentino, me dijo que tenían pensado ir al pico, y si quería acompañarlos.

El pico es Victoria´s Peak: el mirador de la ciudad donde se sacan todas esas panorámicas sobre Hong Kong, está dentro de Central, y la terminal del tranvía que te lleva está muy cerca del edificio del Bank of China, uno de las postales clásicas de la isla. El único problema es que en el camino, sobrevino una niebla que casi nunca había visto en mi vida, y que iba a decir presente durante casi toda mi estadía en la isla. De golpe la vista desde el pico parecía mucho menos épica. 

En lugar de bajar por donde vinimos, usamos un camino por una colina que lleva a un parque. En ese sentido, HK se parece un poco a Río de Janeiro, con muchos caminos sinuosos y montañosos que contrastan con la urbe. Ahí fui conociendo un poco más a Manuel, como había pasado de la FADU a Bélgica, que era un bardo el tener que escribir su tesis en francés, que venían viajando por todo el sudeste asiático y al día siguiente iban a ir para Indonesia en un vuelo de ....Malaysian Airways (uno de los grandes tópicos de conversación a lo largo de mi viaje con otros angloparlantes fue acerca del avión, que recordemos, iba rumbo a Beijing cuando decidió homenajear al vuelo 805 de Oceanic, tiempo antes de que el segundo avión caído de Malaysian le hiciera su homenaje al vuelo 007 de Korean). En el camino de bajada, de paso veías algunas mansiones sobre la colina, sitas sobre el valor real estate más caro del mundo en cuanto a metros cuadrados. Luego los cuatro paseamos un rato por Central y su sinfín de negocios y lugares, y fuimos a los edificios del Bank of China y el ICF tower para ver la vista (o la niebla) desde el cielo. El primero pasa sin escalas al piso 43. El segundo...al 100. 

La gastronomía cantonesa es ligeramente diferente a la china. Para comer, en lugar de un chau fan o un chau mien pedis un congee o dim sum. El primero es como una especie de caldo o guiso con una salsa blanca, y el segundo es un combinado de empanaditas de cerdo.  Y el idioma cantonés es diferente al mandarín. El Ni hao se cambia por un Mh´Goi, e incluso aprendés a reconocer el origen distinto de los ideogramas (por ejemplo, los ideogramas terminados en k, como Shek, Kok, Pik, sabés que son 100% cantoneses) 

A la noche, Manuel y Alexa prefifieron descansar, así que salí con Olivier y Raz , un canadiense recién llegado que se nos unió. Si un hostel estaba en un sexto piso en Hong Kong, que quedaba para un bar? Obviamente la única forma de imaginar que había un bar ahí era efectivamente, sabiendolo de antemano, nos metimos a un edificio que también parecía de departamentos, y fuimos a jugar unos pooles a un piso 12, con una vista de la ciudad mucho más privilegiada que la que teníamos en el pico, más parecida a la que muestran películas como Black Rain o Blade Runner.

Pero lo cierto es que esa cosa ultra urbana a la vez tiene algo increíblemente rural: no sólo cuantitativamente (el 70% de la totalidad de Hong Kong es rural, ergo, el trekking y sus playas son dos de sus grandes secretos escondidos) sino porque también tenés esa cosa suburbana u hogareña en la misma urbe. Es algo difícil de explicar. Es como si a los tres días ya pudieras sentir que vivís ahí hace años. 

A la mañana siguiente los chicos ya se iban al aeropuerto, y Olivier me pidió un favor antes de despedirnos: que le firmara su guitarra. Sacó el estuche junto a una estilográfica, y vi como sus recuerdos de viaje, en lugar de hacerlos en fotos u otros medios, los hacía a través de las firmas que las personas que iba conociendo dejaban en su instrumento, como si de un yeso se tratase.

Cuando nos hubimos despedido, planée mi próxima jugada: Lantau Island. Mencioné a los New Territories, a Central, a Kowloon. Pero también tenés dos lugares más en Hong Kong: Lantau Island y otras islas menores, como Lamma y Cheung Chau (atracciones de surfistas y fanáticos del mar)

A Lantau llegás a través de una combinación relativamente sencilla del MTR. Te subís en la línea azul de Central, y luego combinás con la Roja que cruza hacía Kowloon, y de ahí a la Amarilla que va a Lantau. Qué hay para hacer en Lantau? 

-La estatua del Gran Buda
-El monasterio de Po Lin
-La villa de pescadores de Tai O
-Disneyworld HK
-El teleférico de Ngong Ping 
-La reserva acuífera de Shek Pik...

...entre otros. Ahí me dí cuenta que para conocer todo lo que Hong Kong podía ofrecerme iba a precisar del doble de tiempo que tenía (unos pocos días nomás). Sentía que podía prescindir de Tai O porque había visto la villa de pescadores de Hongcun, Anhui. Shek Pik por su parte, parecía una linda reserva, pero no tenía mucha idea de como llegar. Entonces fui directamente para el Gran Buda, sito junto al monasterio de Po Lin. Este último no era gran cosa comparado con algunas cosas que había visto en Beijing (y ni hablar de las que vería en el resto del viaje). Pero el buda...al día de hoy sigo puteando por la niebla que había ese día. Lamentablemente en China y en HK, el clima es, la mayor parte de las veces lo único que te separa de una vista única e increíble de una confusa y terrenal. Sé que lo más importante es estar ahí, pero uno no puede dejar de decepcionarse al ver las fotos en internet que te da un día despejado y las que saca uno con una niebla densa. 

La estatua de Buda no es la más alta del mundo (35 metros, un Cristo Redentor de altura) ni la más antigua (se terminó hace 20 años nada más). Pero resulta única por una serie de factores: por su ubicación, en la cima de una colina, por la base que es similar a la del templo del cielo de Beijing, por la pose sentada, con la palma derecha abierta, con su mano izquierda descansando sobre su regazo. Es un buda sereno, es un buda feliz. Es un buda que está en sintonía perfecta con la naturaleza a su alrededor, con el hombre. Fue una de las sorpresas más gratas de mi viaje. Y no sería la única estatua de Buda que vería en el viaje, pero sí mi favorito.

De las montañas del Buda Tian Tan a la base de Lantau iba a volver vía el teleférico de Ngong Ping, que ofrece unos 20 minutos con vistas espectaculares (nuevamente, niebla, pero aún así se veía bastante bien), con cabinas con el piso de cristal. De la base, nuevamente me subí al MTR hacia...Disneyland Resort, que tiene su propio ramal de MTR. Es un tren, tipo tren de la costa, con asientos customizados, con la banda de sonido de las películas ya desde el momento en que subís al tren...el impacto es profundamente emocional, llegar ahí y sentís que chocaste de pleno con varias de las cosas de tu infancia, mientras caminas por las estatuas y las referencias de las películas que veías de chiquito, con sus soundtracks sonando por los altoparlantes del resort. La entrada? 450 HK. 

Después del choque con la niñez, fui para Kowloon, a conocer el centro, y ahí sí creo que me encontré con una imagen más clásica de un Hong Kong saturado de gente, y de negocios. Dos de los grandes ghettos de HK (Chungking y Mirador Mansions) se encuentran en Nathan Road, una de las avenidas principales. Negocios truchos, originales, gastronómicos, viviendas encima de los negocios... lo que se dice un caos organizado. Por Kowloon está la costanera, que da a la avenida de las estrellas, donde están las estatuas de los famosos asiáticos, destacándose Bruce Lee por sobre el resto, obviamente.

A la noche quería ir al hipódromo sito en Happy Valley (en 1850, una epidemia de malaria azotó el distrito, y el barrio esencialmente se convirtió en un cementerio. Los británicos, en una muestra más de britanicismo (?), nombraron el distrito fúnebre como Happy Valley), en Central.

Entonces, dos cosas:

a) la vista a los rascacielos y las luces de Hong Kong, "el bund" cantonés, la tenés desde la avenida de las estrellas. La niebla nuevamente, me jugó una mala pasada y si bien al ojo distinguías las luces con relativa nitidez, la cámara era vítcima de "Fog-Kong"

b) La otra forma para cruzar de Kowloon a Central, como en el bósforo, era vía ferry. El Star Ferry es toda una institución en Hong Kong, y junto con los juncos cruza las aguas de la bahía de Victoria trasportando todos los días un sinfín de pasajeros de una punta de la isla a la otra.

Aún atontado por las luces, llegué al hipódromo con las carreras ya empezadas. La pasión por el turf, deporte nacional, es otro regalito británico. De hecho, durante las olimpiadas de 2008, las pruebas de equitqación las hicieron en Hong Kong, y no en Beijing. Los miercoles y sábados se corre a la noche, no me acuerdo con exactitud cuando se hace de día. Pero las carreras nocturnas son una cosa espectacular. Por sólo 10 HKD, entrás al evento social semanal más grande de la isla: 40000 personas, extranjeros y nacionales, tomando cerveza, apostando y viviendo con toda la tensión del mundo el glamour del hipódromo más grande de Asia. La verdad que fue muy divertido. Volví caminando porque la isla central es lo suficientemente chica como para recorrerla a pie, pero no quiero dejar de mencionar que los colectivos y tranvías, como en Buenos Aires, funcionan las 24 horas del día. Al día siguiente, me tocaba una escapada a Macao así que había que dormir temprano.

(Algunos lugares que me quedaron por recorrer: El restaurante flotante Jumbo, Ocean World, el Parque Hong Kong, el monasterio Chi Lin y el Jardín Nan Lian entre otras cosas).


Para muchos Hong Kong simplemente es un pastiche de un montón de cosas ya hechas y recauchutadas en una sola aglomeración. En ese sentido me hace acordar a las críticas que le hacen algunos a Boyhood, la última película de Richard Linklater. La premisa no es nueva, pero la forma de narrarlo, el como se filma, y el como las personas actúan hacen que la pieza resulte inolvidable.  

Por eso para mí Hong Kong es la ciudad que se parece a todas, pero al mismo tiempo no se parece a ninguna. Y por eso me encantaría volver a verla.


Kowloon. https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/sets/ tiene el resto de las fotos

domingo, 14 de diciembre de 2014

Peregrinando a Hong Kong: el churrasco, el rey momo y la estación del sudeste

A la tarde después de la mexicaneada, fui a la terminal de ómnibus central de Hangzhou (generalmente en las grandes ciudades de china hay varias terminales de ómnibus, y según al punto cardinal al que uno se dirige, es la terminal que corresponde. Las excepciones son las estaciones centrales) y saqué un boleto para Shanghai, el más rápido posible.

Resulta que a la mañana de ese mismo día, antes de salir a pasear por el lago, hablé con David. Le pregunté si ya había vuelto a Shanghai y si tenía ganas de cenar conmigo esa noche, al menos una vez más antes de que me fuese a Hong Kong. El dijo que sí, y que iba a traer compañia además. Por eso la celeridad de hacer más o menos rápido esos 178 kilómetros que separan Hangzhou de Shanghai, sobre todo conociendo el tráfico en China. Sí, es terrible, pero tampoco tanto como las hipérboles nos quieren hacer creer de demoras de 15 horas (días después las comprobaría, a menor escala, de todas formas). Fue un viaje de 4 horas en total hasta la estación, más media hora hasta la estación de Nanjing Road, donde habíamos quedado en encontrarnos. Él y su compañero, Ignacio, ya se estaban yendo cuando justo llegué, a último momento (recordar, al no tener 3g y el wifi ser una cosa tan circunstancial la comunicación y la coordinación no son cosa fácil).  Me preguntó como había estado Huangshan y yo le pregunté a su vez por la colonia italiana de Tianjin.

El dijo que tenía una sorpresa preparada para Ignacio (mendocino él) y para mí. Y nos llevó a una "churrascaría". Se excusó y pidió perdón porque no había ningún lugar de carne argentina, pero creyó que la versión brasilera de la parrilla sería un sustituto apropiado. Obviamente no nos negamos. A diferencia de Beijing, donde David y yo usábamos principalmente el inglés para comunicarnos, ahora la situación era diferente, Ignacio usaba el chileno castellano así que me vi impulsado a hacer lo mismo. David, por su parte, respondía en italiano. Era una cena bastante distendida así. La carne? Estaba bastante bien, para lo que son los estándares chinos, pero obviamente no hay comparación con la de acá.  Igual la comida era lo de menos, la verdad. La charla fue bastante amena y entrada la noche, ellos se fueron por su lado y yo me volví al hostel, despidiéndonos y contentos de habernos visto una vez más.

De Shanghai me arrepiento de no haber ido de haber ido a los jardines botánicos, pero claro, hablar con el diario de seis meses después es fácil. Me tomé el subte y fui para el aeropuerto de Pudong, porque eran unos 90 minutos de viaje bajo tierra y no quería llegar con lo justo. Durante las últimas estaciones el subte decidió mostrarle su cara al mundo (?) y no fue un recorrido soterrado. Así que pude ver a la izquierda del anden una especie de viaducto, donde pasaba nada más y nada menos que el tren MAGLEV, cuyo nombre se debe a la fantástica combinación de palabras conocida como "Levitación Magnética", capaz de alcanzar 430 km/h. El Maglev une el aeropuerto de Pudong con el centro, como el subte, pero con una tarifa mucho más elevada, y a una velocidad ridícula gracias a su preciosa tecnología. Anotá, McFly.

Llegué a Pudong temprano, y como no tenía mucho que hacer, empecé a chusmear vidrieras, y demás...boludeces que uno hace para pasar el tiempo. Entre esas boludeces, estaba la lista de objetos peligrosos que uno no debería llevar en el equipaje de mano bajo ningún concepto: como los chinos son fanáticos de los extremos, por un lado teníamos una espada, símil katana. Por el otro lado, un aerosol de nieve artificial de nuestro querida marca, Rey Momo. Industria Argentina y todo, decía el envase.

El vuelo en realidad no era a Hong Kong, sino a Shenzhen, una ciudad SEZ (zona económica especial) que queda en la frontera con la ex colonia británica. Esto fue así porque obviamente, el vuelo iba a salir más barato al tratarse de uno doméstico y no uno internacional (300 yuanes, o sea, unos 380 pesos en una línea como China Southern, miembro de Star Alliance, si no me equivoco. Una página súper útil para los vuelos domésticos en el país es la versión en ingles de ctrip.com).
El vuelo llegó con más de una hora de demora a Shenzhen, por lo cual aterrizó a las 9 cuando debió haberlo hecho a las 7 y media. No son buenas noticias, porque tenía una frontera por cruzar, y mientras más tarde lo hiciese, menos alternativas de transporte tendría. Así que me subí a un bondi que hace servicios a Luohu (tenés dos fronteras, en Futian y en Luohu. La primera es más cerca, pero es un poco más difícil llegar así que fui a lo seguro y me fui a Luohu, la frontera del sudeste).

Al bajar, terminé en una especie de edificio parte shopping, parte lugano 1 y 2, parte terminal de micros de Retiro, parte pabellón 3 de ciudad universitaria, bastante díficil de describir. Ese edificio al cual era difícil llegar (por falta de señalización en el exterior y por falta de gente en la calle al ser las 10 y media de la noche) era el edificio de frontera China-Hong Kong. Poca luz, negocios del tipo tugurio abiertos a altas horas de la noche, subir y bajar pisos siguiendo un cartel esporádico que decía por donde ir...

Una vez superado el laberinto de concreto, llegabas a un andén. La frontera a Hong Kong técnicamente se cruza a pie desde China, pero en realidad al hacerlo no salís a la calle, sino que te lleva al MTR (Mass Transit Railway, el tren/subte de Hong Kong). Esto es, una frontera pedestre-ferroviaria.

Cerca de la medianoche, el último tren desde Lo Wu (en cantonés, Luohu es en Chino mandarín) hacia Kowloon estaba por salir en unos minutos. Así que cambiamos los yuanes por HKD (Hong Kong Dollars y conseguí la SUBE nativa, la Octopus Card)  El primer tramo del camino, sobre la superficie, era el conurbano de Hong Kong, los "new territories", con menor densidad de población en comparación a la isla central pero aún así relativamente urbanizados. Me bajé en la terminal, ya haciendo trayecto bajo tierra, era cerca de la ciudad universitaria, y sin tener mucha idea de como cruzar desde Kowloon hacia la Isla Central (donde estaba mi hostel) a medianoche con un medio de transporte público me ví obligado a tomar un taxi hacia Causeway Bay, distrito donde iba a pasar la noche y dormir como un campeón tras un día larguísimo. Por lo poco que había visto de Hong Kong hasta ese entonces, lo sentí como un lugar que se parecía a todos los lugares pero a la vez era algo único.

Desde ya les adelanto, que es un lugar donde me encantaría volver.

Si bien la abrumadora mayoría de las fotos de Hong Kong no forman parte de esta historia (aún), están donde siempre:

https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/


Los taxis de Hong Kong. Todos tienen el mismo modelo de Toyota.

sábado, 1 de noviembre de 2014

De Texcoco al Lago Oeste

Después de visitar a Xidi y Hongcun, tenía tiempo para visitar una ciudad más antes de volar a Hong Kong el día 10. Las opciones eran dos. Hangzhou y su lago gigante (que aparece en los billetes de 10 yuanes, creo) o Suzhou y sus jardines imperiales. Hurgando panfletos y esas cosas que te dan en los hostels, vi que al menos tenía un mapa de Hangzhou. No es el mejor criterio para elegir un destino, pero después de todo, se trata de China: un país que te demanda una concentración de 100% para no pasarte de una parada en un colectivo o de estudiar instrucciones súper precisas para llegar. Hangzhou no era la excepción. Además, era la ciudad de Liu, así que supongo que tenía sentido hacer una parada ahí. Destino le dicen.

Después de llegar a la terminal, tenía que tomarme dos bondis para llegar al hostel, sito no muy lejos del lago, pero en algo que podría definir solamente como los suburbios. Sobre los bondis, muchas líneas, pero estaban bastante poco conectadas entre sí. Por lo cual la transferencia de colectivos es habitual. Prendí el modo paranoia una vez más para saber donde bajarme. Estar muy concentrado es importante para entender los ideogramas porque pasarse en el bondi siempre es una posibilidad. Y si te pasás andá a saber donde terminás.

Sobre los suburbios del lago: mucho, muchísimo verde, calles de 500 metros con plantas sin negocios casi, ni nada. Imaginen una ciudad diagramada sobre el Rosedal. Pero el lago del Rosedal en este caso tiene unos cuantos kilómetros de diámetro. Definitivamente Hangzhou es una de las ciudades más inusuales que me tocó explorar y eso la vuelve muy dificil de describir. Pero puedo decir que estaba partida en dos: había una epiciudad diseñada en torno al lago, y completamente desconectada de ella estaba el resto de la urbe.

Y para cuando llegué, no había mucho que hacer. Llovía y al estar cerca del lago, estabas lejos de la ciudad, así que tampoco había muchas opciones. Sin embargo, me llevé una sorpresa al llegar a mi habitación: me encontré una pareja durmiendo en la cama de arriba (ya eran como las 2 de la tarde), una botella de whisky y dos muchachos hablando en...español. Mexicanos, para ser más preciso. Crucé unas palabras con ellos, aliviado de usar el idioma después de casi dos semanas. Pese a no tener buen tiempo, salí a recorrer la ciudad un rato, pero fue al pedo. La lluvia no paraba y casi no había nada para hacer más que pasar por el lago con capucha encima. Sin embargo llegué hasta la pagoda del tigre, que es uno de los íconos del lugar. Insisto: pocas veces vi tantos espacios verdes en una ciudad de más de un millón de habitantes en ese recorrido que habrá durado unos dos kilómetros.

A eso de las seis de la tarde más o menos, vuelvo al hostel y vuelven a aparecer los mexicanos. Me cuentan que estaban haciendo ahí: son una banda que hacía covers, tocaban todas las noches en un club y me invitaron a ir a verlos esa noche. Yo muchas ganas de salir no tenía por el mal tiempo y el cansancio de Huangshan, pero honestamente, ¿cuántas veces iba a tener la oportunidad de ir a un sucucho a escuchar mexicanos haciendo covers en China? Así que les dije que sí. Me puse las alpargatas, una remera que no debía valer más de cincuenta pesos y un jean. A eso de las nueve menos algo nos pasa a buscar un taxi que nos llevaría hacia allá.

Salgo junto a Jorge y Memo, dos de mis compañeros hispanoparlantes. Junto a ellos aparece la sorpresa número uno, que no había visto hasta ese entonces: un muchacho flaquito que debía tener poco más de 20 años y todo trajeado, conocido como el Picas, su carta de relaciones publicas. Él era quien había conseguido el contacto con el club y el único capaz de hablar chino. Originalmente no estaba con la banda, sino que creo que estudiaba Administración o algo así, pero sus capacidades con el idioma le consiguieron este laburo. Siempre lookeado y con una sonrisa, dirigió la comitiva hacia el lugar. Para mi sorpresa, el sucucho al que imaginábamos que iría era nada más y nada menos que The Dragon Hotel, un cinco estrellas de la zona. Jorge me comenta por lo bajo "al parecer el dueño de este hotel es nada más y nada menos que Jackie Chan". Creer o reventar.

A juzgar por como era el hotel, elegí creer. Joyerías, pisos de primer nivel, ornamentos por todos lados... que creo que ni en el Alvear Palace tenés. Ante mi asombro, Jorge se reía en voz baja. Bajamos el ascensor al subsuelo, y el club que esperaba allí estaba en consonancia con lo mostrado en planta baja. Carteles publicitarios de marcas prestigiosas, muchos caucásicos y caucásicas haciendo de modelos. Mucha rusa, mucho inglés. Junto a ellos posando había una fila de jóvenes aceitados, con el torso desnudo y un moñito (según explicaron después, ¡era por el día de la mujer! ¯\_(ツ)_/¯).

Y adentro del club, la barra: chinos con mucha guita, occidentales con muchísima guita, y árabes con más guita aún. Y yo que a duras penas tenía 200 pesos en mi ropa. El Picas agarra al barman y me dice "pide lo que quieras, la casa invita". Así que arranqué con un gin tonic, y Jorge y Memo con una picada el mismo trago. La picada tenía quinotos, sandía, papas fritas, jamón, queso y aceitunas. No aguantó mucho.  Aproveché la ocasión para hablar un rato con Jorge, quien me contó que la noche anterior habían ido a un KTV. El KTV (Karaoke TV) merece un párrafo aparte es una institución muy particular en China. En resumidas cuentas, el KTV es el lugar donde se lleva a una amante, se contrata a una prostituta provista por el mismo lugar, o lo que hicieron los mexicanos, se alquila simplemente una habitación con la máquina de karaoke toda la noche, y haces lo que se te canta con la misma. Podés fumar, embriagarte, lo que se os ocurra.

Y empezando por él, dejenme presentarles a la banda: nuestro tecladista Jorge, es alto, desgarbado, físicamente muy parecido a Eddie Vedder, me contó que la mitad de la banda era de Guadalajara, y la otra mitad de Cancún creo. A el en realidad le gusta otro tipo de música, pero por la plata baila el mono. Dijo que tenía una novia argentina, cuyo padre tenía un restaurant (creo que el nombre de la piba era Maia, pero ahora no estoy seguro). La relación se hacía díficil con un año y once horas de huso separándolos, pero el dijo que la quería. Era un tipo muy simpático e inteligente por lo que se veía, uno de esos tipos que se nota que tienen una sensibilidad particular.

Luego teníamos a Memo. El más grande de la banda por lejos, entrado en los 30 años ya, físicamente robusto y con el pelo corto, parecía el que más entendía el negocio. Tipo muy inteligente y vivo, tocaba el bajo en la banda. Lucía poco, pero parecía hacer todo bien. Es uno de esos tipos que sabe mucho más de lo que parece, con pocas palabras.

Nuestro baterista es Salvador. Con el hablé poco, lo que sí les puedo decir es que estaba coqueteando con los 30, y su manera de tocar había generado rispideces con la banda en su momento: un poco por su estilo alto, otro poco por su caràcter temperamental. Las cosas parecían estar bien sin embargo, como profesionales.

Edgar era el violero. No estoy seguro que haya tenido 20 años cumplidos el muchacho. Pelo largo, forma de vestir juvenil, flequillo que le cubría casi toda la cara, tocaba con un sombrero a lo Slash, pero por otra parte tenía carácter muy introvertido, a lo Jonny Greenwood... y creo que hasta parecía abrumado por la experiencia de vivir en otro país y tocar todos los días. Su talento tocando la viola le había conseguido una novia china, aunque el no dominase mucho el idioma. No era para menos, el pibe era un crack total a su corta edad, casi un prodigio, por lo que uno imagina que el tiempo lo pondrá en otro lugar al muchacho más temprano que tarde.

Nos quedan nuestros cantantes, que oh casualidad, era la pareja que estaba durmiendo más temprano en el hostel. Que ¡oh casualidad! al parecer no son pareja (?). Ella era carisma puro, terminaba todos sus temás con un Xiexie Hangzhou! (gracias Hangzhou!) y tenía una muy linda voz. El apelaba más a los gestos a los movimientos y a la facha como voz acompañante. Cada tanto agarraba la viola también. Se compenetraban muy bien, tengo que admitir.

La banda no tenía nombre, pero su repertorio se dividió en cuatro: hits de los 80 como Livin on a Prayer o cosas de Journey, cosas más disco (Tina y Gloria), música contemporánea pop (Justin) y       "(?)", que podía incluir desde Danza Kuduro hasta Marc Anthony.  La performance fue desfachatada y divertida, y parecían divertirse ellos también. Yo mientras tanto aprovechaba para embriagarme de arriba. Al terminar el show la pregunta era que hacer después. Algunos querían ir a otro boliche (de música electrónica, ahí es donde está la noche ), pero la mayoría quería volver al hostel, entonces nos subimos a un auto con Edgar, Federico (el cantante) y Jorge, tratando de conseguir algo para comer a eso de las 2 de la mañana. Después de andar en círculos y perdernos un poco por la ciudad. Dimos una vuelta al lago, luego pasamos por el estadio de la ciudad de Hangzhou, y nos metimos en un restaurant donde se come pescado. Para ser las dos de la mañana, estaba bastante lleno. Es esencialmente una tienda de mascotas, donde agarran a los peces vivos, nadando en un diferentes peceras y cuando querés uno, lo elegís y al horno. Bastante chocante para el que no está acostumbrado, así que los muchachos casi instantaneamente quisieron irse.  Seguimos girando y terminamos en un lugar chiquito, donde hacían unos chau fan divinos. Volvimos al hostel, y nos tiramos a comer el chau fan frente al lago cuando los pibes fueron a buscar unas cervezas que tenían en la habitación, un tequila y a Owen, el chino que hacía las veces de recepcionista de noche. Comimos y los mexicanos obviamente se prendieron uno, ante el asombro de Owen (recuerden, es su nombre occidental, por fonética se adopta un nombre occidental al chino), que ignoraba la particularidad del aroma, lo cual provocó esa mezcla de asombro y risa en los muchachos. Owen explicó que la marihuana prácticamente no existía en China, y que podías fumarte uno en plena calle que la policía ni se iba a dar cuenta. Lo que sí, había mucha cocaína y muchas pastillas a la hora de ponerse de la gorra. Los mexicanos, ni lentos ni perezosos , le dieron de probar el porro a Owen, y le dieron además tequila, cerveza, de todo... mientras pasaban música (desde King Crimson hasta Parliament Funkadelic, muy enfocado en los 70 todo, pero sonaba bien con la escena) y disfrutaban de la noche.

A la mañana siguiente, con el día más lindo, yo decidí finalmente pasear por el lago, tras alquilar una bici. Una experiencia muy linda. Si bien Hangzhou no es LA ciudad de China, el Lago Oeste es algo impresionante. Y creo que sería lindo tener uno así en la ciudad donde uno vive.

Cuando volví a eso de las 2 de la tarde al hostel a agarrar las cosas e irme (tenía que volver a Shanghai porque tenía un vuelo al día siguiente), Owen seguía cabeceando en la recepción, y los mexicanos se habían ido, salvo Memo.

Memo dijo que habían conseguido un departamento para vivir, y que se mudaban la semana que viene (tenían contrato todas las noches por un año en Hangzhou, cortesía de un chino explotador según ellos) y que se estaba yendo a conocer la casa con la banda. Yo me despedí de él (y de ellos) con la promesa de que algún día, iba a escribir su historia. ¿Seguirán tocando al día de hoy?



como siempre las fotos en https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/sets/72157648582668331/ .Les diría que las chusmeen porque, a riesgo de autobombear, Hangzhou es un lindo lugar para sacar fotos.


viernes, 10 de octubre de 2014

La escapada de Longsheng Liu

Combis y caminatas mediante, llegué a Tunxi (también conocida como Huangshan City) completamente empapad desde la montaña. El hostel estaba en el fondo de un negocio de té, ubicado sobre la peatonal principal de la ciudad. Sobre Tunxi, imaginen una ciudad de 50000 habitantes cualquiera de Argentina, con las mismas atribuciones. Sólo que en vez de 50000 habitantes en China estamos más cerca de los 500000.  Hice el checkin y me sorprendí al ver que había chinos emigrando de la habitación. Por regla general, en los hosteles los chinos no tienen permitido estar con occidentales. Sin embargo, por el tamaño de la ciudad y su relativa remotez a otros centros urbanos, en este hostel supongo que la regla no aplicaba. Sin embargo, se estaban yendo y tenía la habitación para mi sólo. Fui a recorrer la peatonal, viendo los negocios (principalmente artesanias, té y baratijas, lindo pero nada del otro mundo) y volvi a eso de las seis de la tarde.

Entonces irrumpió en la habitación un joven chino, con pinta de tener 20 años con toda la furia , que me saludó con un gesto. Yo muchas ganas de hablar honestamente no tenía, estaba cansado y fui a fumar un pucho a la terraza del hostel. Estaba por prenderlo y tenía atrás a mi nuevo compañero, que tenía dos botellas de jugo de medio litro (una de ananá y otra de frutilla) en una mano, y su cartón de cigarrillos en la otra. Miró mis puchos, me hizo una seña como diciendome "mejor probá estos" y me dio la botella de jugo de ananá. En un inglés muy rustico, me dijo "for you". Se lo agradecí y me señaló una mesa de pool que había en el hostel, invitandome a jugar (casi no había otros viajeros). Jugamos un rato, y a medida que corría el tiempo me di cuenta que de inglés el sabía apenas más de lo que yo sabía de chino.

Ahora es cuando entra el siglo XXI: ¿cómo supe que mi compañero de cuarto se llamaba Longsheng Liu, era oriundo de Hangzhou, tenía 18 años y se había hecho una escapada de fin de semana para subir a Huangshan?  Google Translator. Verán, los celulares tienen paquetes para usar sin conexión. Tanto windows phone (bing translator), android (google translator) y supongo que apple también tienen paquetes para bajar al celular y usarlo sin conexión. Entonces, escribis la frase en inglés, y tengas wifi o no, te la traduce al idioma cuyo paquete te bajaste. En este caso, chino mandarín. En contrapartida, el baidu (El facebook chino) viene con una herramienta que hace lo propio, traduce del chino al inglés.  Entonces, teniendonos a unos pocos metros, recurrimos al chat para hablar el uno con el otro. No sería la última vez que eso pasaría durante el viaje, pero al menos me dejaba tranquilo el saber que disponía de una herramienta incómoda pero valida para comunicarme y expresarme. Cuando me contó que tenía que subir mañana temprano el monte porque no tenía otro día para hacerlo, me compadecí para mis adentros por el tiempo horrible que hacía. Pensé que no iba a poder ver nada.

Al caer la noche Liu me invitó a cenar. Me llevó a un lugar donde hacían hot pots (se acuerdan? las cosas que vas poniendo al disco con la olla picante hirviendo). El dominaba el menú, así que pidió para lo que el entendía que eran dos. Dicho de otra forma: nunca había visto tanta comida para dos personas en mi vída. Salchichas, raíces de loto (son parecidas al jengibre, pero más suave) carne rara 1, carne rara 2, cosa rara 3, verdura 4, raviol chino, pancito, otro tipo de pasta, etc. Muchas cantidades de eso sólo para dos personas. En un momento le pregunto que hay para tomar, y hace un gesto del estilo "ah, claro, me olvidé!" y trajo con toda la normalidad del mundo dos petacas de algo que parecía ser whisky, pero más dulce. 35% de graduación para bajar algo que era eminentemente picante. Que tipos raros estos chinos.


Tratando de no cometer los errores de principiante que cometí en Beijing, evité las partes ultrapicantes matapersonas, y el combo con el whisky por alguna razón no resultó tan raro. El insistió que tenía que pagar todo, porque así lo decían las normas. Cuando terminamos de comer, fuimos a tomar una birra más por la peatonal, antes de volver al hostel. Tampoco la idea era quedarse hasta cualquier hora, porque el mañana iba a la montaña y yo tenía pensado ir a Xidi y Hongcun, dos pueblitos muy antiguos que estaban a unos kilómetros de Tunxi. Me desperté a las 6 para despedir a mi nuevo amigo. El por su parte me dijo que yo era muy corajudo por el hecho de viajar a China, y encima a la provincia de Anhui. Nos deseamos buen viaje y el fue a buscar el micro al pie de la montaña. Yo por mi parte me subí a una combi para Hongcun. A medida que veía la ruta por las ventanas, se podía apreciar como subían las formas de nube que estaban a pocos cientos de metros del suelo hacia arriba, como si hubiesen despertado a Shen Long para revivir a Krilin por enésima vez. Al final Liu había elegido un gran día para ver lo que pasaba en la montaña.

(bonus: la guasada de comida que pidió Liu, aunque la foto salió movida y la resurrección de Krilin en camino a Hongcun. Las fotos de Hongcun y Xidi, y algunas de Tunxi, en https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo )




sábado, 6 de septiembre de 2014

Huangshan (la montaña amarilla)

Apollo 13 es una de esas películas que por alguna razón me encantan y cada vez que la engancho en la tele la dejo. Podría decir que lo que me pasó en Huangshan, la montaña amarilla de Anhui y una de los picos sagrados de China, fue mi versión del Apollo 13: “un fracaso exitoso”. Pero a diferencia del módulo lunar, el problema acá estuvo en mi planificación de viaje sobre una región de la que en realidad, mucho no se sabía tampoco. Internet tiró un par de centros, pero nada muy concreto que pudiera servirme, por eso en realidad la elección de Huangshan era riesgosa per se. Era una aventura antes que turismo en el sentido estricto.

En la terminal de micros de Shanghai estaba presto a las 8 am con destino al pueblo de Tangkou, sito al pie de la montaña. Y recién ahí me agarró el momento “donde estoy?”, en el pasaje de las metrópolis de Beiijng y Shanghai a la China rural, puntualmente a la provincia de Anhui, una de las más pobres del país. Ajustado por el tiempo, llegué a Tangkou con dos horas de demora.

Hasta acá todo bien, mal que mal iba a arreglármelas para sobrevivir acá, aunque no pudiese reconocer un hotel ni nada. Pero acá es donde cometí el primer gran error. Antes tengo que explicar que idealmente, la magia de Huangshan radica en el amanecer. Supuestamente en la cima de la montaña las nubes, si el tiempo lo permite, yacen debajo de la montaña en el amanecer. Y estando en la cima, uno está por encima de las nubes. Es una imagen mística y a la vez famosa en muchos cuadros y dibujos chinos.  Yo quería vivir ese momento. Pero apurado por el tiempo (tenía que estar en unos días de vuelta en Shanghai para volar a Hong Kong) tomé la decisión equivocada:  en lugar de prepararme bien y esperar un día para subir , fui con todo mi equipaje directamente a la montaña, donde deduje que a) iba a poder encontrar un hotel donde dormir, según había leído b) iba a encontrar un campamento o un refugio porque pese a ser invierno, el clima estaba bastante bien.  

Con el equipaje a cuestas, costó bastante, pero se sobrellevaba. La nieve parecía que había desaparecido, pero había dejado una niebla importante.  Mi percepción decía que había cerca de unos 15 grados de temperatura. Por lo cual, era un escenario bastante pedorro: no había nieve pero tampoco había claridad para sacar buenas fotos (lo cual fue una constante en China). Lo positivo es que dentro de todo, parecía que se podía dormir en la montaña. Primero probé suerte con dos hoteles que estaban a unos mil, mil y pico de metros. Las tarifas estaban cuatro veces más caras de lo que Internet decía. Y en un país donde las tarjetas de crédito no son aceptadas, y que tampoco venía muy bien de yuanes, era algo que simplemente no podía pagar (y estaba aún muy verde con el idioma como para intentar regatear o dormir en el lobby al menos, que hubiese sido una jugada más inteligente, analizándolo en frío), así que seguí caminando y buscando otros hoteles o lugares donde dormir.

A todo esto llegué a la cima, y efectivamente, las nubes taparon todo lo que había para ver. Un poco decepcionado, empecé a bajar buscando lugares donde quedarme.  Sin embargo, de un momento al otro, llegó la noche. Y yo estaba con todo mi equipaje, sin lugar donde quedarme, y no tenía mucha idea de que hacer. La visibilidad bajó sensiblemente, y yo encontré un lugar que parecía ser un pasillo largo, en forma de L, que conectaba la montaña con un hotel que estaba visiblemente cerrado, pero que no parecía abandonado, por eso opté por quedarme en el pasillo antes de entrar por la fuerza a un lugar desconocido, y de alguna forma medio incómoda desplegué la bolsa de dormir cerca de unos escalones. Por ahora sólo hacía un poco de frío, nada grave... hasta que estalló el invierno de una vez, entre otras cosas. Me había sacado parte de la ropa para dormir en la bolsa, pero me la tuve que poner toda de nuevo por el frío, incluso las zapatillas y dos camperas. Toda la ropa que estaba a mano fue a parar o a mi cuerpo o a la bolsa.

Por otra parte, empecé a escuchar pasos a eso de las 8 de la noche, que iban y venían, que sentía muy cercanos pero que nunca supe de donde venían. Ahí me saltó la paranoia al extremo. Imagínense: un chino viene caminando o patrullando el parque o quien sabe que, y se encuentra a un desconocido durmiendo o habitando un lugar inhóspito a 1500 metros de altura. Si estaba patrullando, era posible que tuviese un arma, además. A la locura y al frío (la botella de agua ya se había congelado, estaba tratando de controlar la neurosis cada vez que los pasos se repetían, sistemáticamente, cada media hora.) eventualmente se le sumó la nieve. Y si hay nieve, hay rayos. Salí en un momento a fumar un cigarrillo y de repente se hizo una luz blanca. Había caído un rayo bastante cerca, al parecer. Entre todo eso si dormí quince minutos, es mucho. Fueron las horas más largas de mi vida, eso seguro. Varias veces pensé que carajo estaba haciendo ahí, y que se me había cruzado por la cabeza para semejante aventura.

Finalmente, a eso de las siete de la mañana se hizo la suficiente luz para bajar, en medio de una tormenta de nieve. Por las condiciones climáticas no había teleférico, así que había que bajar el paso del Ciguangge a la antigua. Antes de partir, fui a la cumbre una vez más, a ver como hubiese sido la vista de la que tanto hablaban. Obviamente no se vio nada.  Así que, sin clavos en las zapatillas, traté de ser bastante cauteloso en la bajada. Me encontré con un grupo de chinos para bajar después de unos cientos de metros, así que completamos el descenso juntos. Sin embargo, los resbalones dijeron presente, más de una vez. En uno de ellos, la cámara que me había acompañado me dijo adiós y salió volando por la montaña. Después de cuatro horas casi sin detenerme, completamente empapado por la nieve y extenuado por llevar las cosas, finalmente llegué a base. De alguna forma, con traslado en combi mediante (el chancho de la combi era el Caruso Lombardi oriental), llegué al pueblo de Tunxi (40 km aprox. del monte) donde pasaría los próximos dos días. De más está decir que lo primero que hice fue bañarme.

En resumen, me mandé un moco importante queriéndome hacer el piola. Me confié con las condiciones climáticas y no preví un descenso de 25º C durante la noche (según confirmó luego la estación meteorológica). Me costó horrores dormir, la pasé mal del frío y me di un par de porrazos bajando. Sin embargo la conté y de alguna forma se que puedo sacar pecho de que banqué una parada muy díficil. No vi las nubes a la altura de mis pies como me hubiese gustado, pero viví una experiencia muy singular en la nieve. 


(Al final no me hice un tumblr porque tengo problemas con las subidas, así que nos mudamos a flickr con las fotos : https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/  Como se cayó la cámara, las fotos que sobrevivieron fueron las sacadas por el celular)

jueves, 21 de agosto de 2014

Shanghai


A las 13 hs del 3 de marzo, estaba listo en el andén de la estación este de Beijing (Beijing Dong) para mi debut en esto del tren bala. El destino era la cuna de Yao Ming, Shanghai. La red ferroviaria de China es el orgullo de la nación, y con mucha razón. Sin pasos a nivel en todo el trayecto, a raíz de una planificación cuidadosa y una obra trillonaria, a las 18: 15 había recorrido los casi 1500 km que separan a Beijing de Shanghai, con unas cuantas paradas en el ínterin. La velocidad máxima de las formaciones es de 309 km/h. y casi ni sentís que estas yendo a semejante velocidad.

El desafío ahora era viajar solo, sin compañía de un guía o alguien a quien estarle encima. Por fortuna, Shanghai es la única ciudad en China donde la población maneja un poco de inglés (después de Hong Kong, claro está). Luego del tren, tocó el subte hacia Nanjing Road, una de las calles más emblemáticas de la ciudad. La Florida del oriente, por decirlo de algún modo. Tres cuadras después y una baranda a tofu fermentado insoportable separaron mi camino del hostel...que estaba en un sexto piso! En Shanghai, y en tantas otras ciudades, hay hoteles que solo ocupan un piso de un edificio. Entonces, en un edificio de 10 pisos, podías tener 10 hoteles y albergues diferentes.

Lo primero que hice después de desempacar fue ir al Bund. El Malecón de Shanghai. Mi amigo Pablo me había sugerido fuertemente que visitara el lugar, aunque el nunca había ido ahí. En una China donde la polución y smog son cosa de todos los días, se puede decir que tuve bastante suerte con la vista. La estrella de las luces es la torre de China, esa redonda que se ve a la izquierda de la foto. Mucha gente paseando por el lugar y muchas fotos en la respuesta oriental a nuestro Puerto Madero (?). Estuve unos minutos y me fui, porque al estar viajando solo no tenía mucho sentido quedarse ahí por otra cosa que no fuese la vista. Además, hacía frío y estaba apurado por reponer la campera que había perdido en Estambul. Después de todo, es China, donde iba a conseguir una campera más barata si no era ahí? Unos cientos de yuanes después, estaba dotado del abrigo que me iba a acompañar por el resto del viaje (y que iba a putear por no tener donde guardarlo cuando me tocó ir a Egipto)

     Vista desde el bund


A la mañana siguiente fui al barrio conocido como "The French Concession". En realidad quedaba poco de ese barrio, remodelado al 99% por edificios de diseño y topismo palermitano Algunas casas shikumen (los conventillos chinos) y la casa donde se hizo el primer mitín del Partido Comunista era todo lo que había quedado sin adulterar ahí.  Después paseé un rato por el centro, hacia la plaza del pueblo (Renmin es pueblo, y así como nosotros bautizamos todo como Néstor Kirchner  Presidente Perón, en China casi todas las cosas tienen el prefijo Renmin: estaciones, plazas, calles, negocios...). No había nada particularmente wow, ahí, pero que se yo, fue una linda caminata. 

 Shikumen.



Y en la noche, durante la cena, conocí a Tom Harvey (Tang Po, en pinyin). Yo me había metido en un local de sopas, dispuesto a comer algo. Como no manejaba ni una palabra de chino en ese entonces, se hizo todo medio cuesta arriba. Pedí una sopa que venía con una salsa de carne (en realidad señalé la sopa de un tipo que estaba comiendo y así fue como recibí la mía). Volqué el contenido de la salsa de carne en la sopa y ahí un tipo que estaba viendo la escena se rió, se sentó en mi mesa, pidió lo mismo que yo y sin explicármelo directamente, me enseñó que la carne se metía en la sopa pieza por pieza, no entera. Y no sería la única vez: restaurant donde fuerse en China , restaurant donde iba a despertar todas las miradas de los comensales.

Tenía una impronta muy particular. No recuerdo mucho su cara, pero lo recuerdo como un tipo que rondaba los sesenta. Su voz era muy parecida a la de Morgan Freeman, pero en chino. Me contó que tenía una empresa de soluciones informáticas, llamada Wayntech, que había sido comprada por unos americanos. La cena fue bastante agradable, aunque el tipo me hizo un montón de preguntas: me preguntó sobre mi estado civil, si ya me había casado o si tenía hijos, sobre mi carrera, sobre que hacía en Shanghai, cuanto me iba a quedar, me preguntó acerca del desarrollo de las IT en Argentina y América Latina. En ese momento suena su celular y veo que el tipo saca un Nokia 1100 del bolsillo! Un gerente de sistemas con semejante celular! Creo que eso me desconcertó bastante.

Al final de la cena me dio su tarjeta y me pidió mi mail. Yo aún seguía un poco abrumado ante el hecho de viajar solo, y creo que me paranoiquée un poco. Shanghai es una ciudad donde se trata de estafar al turista ofreciendo servicios engañosos a precios exhorbitantes: Nanjing Road está llena de las llamadas "tourist traps" en que ofrecen los servicios de chicas que hacen "masajes", similares a los de la calle Florida, nuevamente.

Creo que por eso fue que opté por darle una dirección de mail vieja. Sospecho que el Nokia me hizo desconfiar un poco también. Si bien no lo sabía entonces, aprendí que en China sólo existen tres celulares: los iPhones, los Xiaomi (los smartphones económicos que son un avión) y los Nokia 1100. Cuando volví al hostel, busqué Wayntech en google. No hubo coincidencias. 


Como no tenía mucho interés en Shanghai (si bien es cierto que si es la única ciudad en China que se va a visitar uno adquiere un interés particular en sus lugares turísticos) me levanté muy temprano para ir a Huangshan, una de las montañas sagradas de China, y uno de los tres sitios de China que quería ver a como diera lugar (junto a la Muralla y la parte Tibetana).


El resto de las fotos próximamente en deflorestaachina.tumblr.com



Bonus:  
a)  En los subtes y en todos lados, Yao Ming decía presente.
b)  Nanjing Road, de noche.
                                       

miércoles, 13 de agosto de 2014

Beijing parte 2

Después del tibio recorrido por la Ciudad Prohibida (que a pesar de sus limitaciones sigue siendo un lugar impresionante) David insistió en que fuésemos al Palacio de Verano. A mi no me enloquecía mucho la idea, pero sirvió para dimensionar lo grande que es Beijing: en mi mapa el punto central es precisamente, el combo Tiananmen/Ciudad Prohibida, y al noroeste veías el Palacio.


Lo que en Buenos Aires imaginás a escala como una distancia Microcentro/Palermo en Beijing se acerca más bien a un Microcentro/Quilmes. Y eso que con un subte llegás eh. La línea 4 a lo largo de sus veintipico de estaciones nos llevó después de una hora y monedas de viaje al palacio. Sobre el edificio en sí, no es la gran cosa. Alguna que otra cosa copada en la pared. Pero la verdadera joya del sitio es el lago. Si hay una cosa linda que ví en China, en reiteradas ocasiones, fueron los lagos. El del Palacio de Verano sería la punta del iceberg. Recorriendo el lago charlamos de un montón de cosas con David. Creo que ahí nos amigamos de posta.





 El lago


A la mañana siguiente nuevamente nos tomamos la linea 4 para ir a la Villa Olímpica (después de todo en 2008 se hicieron los JJOO ahí!)
Sus dos puntos fuertes son el Bird´s Nest Stadium, viejo conocido de los Pro Evolution Soccer, y el célebre Cubo de Agua del que el vendehumo de  gordo Bonadeo se la pasó hablando maravillas. La cancha de fútbol, víctima de un diseño hipermoderno y espectacular, tenía unos muñecos que habían quedado de los juegos de invierno nacionales, que se habían disputado en la capital hacía un mes atrás. Estuvo bueno conocer el estadio. No así el cubo de agua, que al margen de su atractivo diseño exterior , no era otra cosa más que un natatorio cool. Tenía una especie de juegos para chicos con medusas y cosas de mar, lo cual parecía lindo, pero no justificaba la visita.



En orden: estadio Bird´s Nest y el Cubo de Agua.

Luego, nos pusimos hipsters y fuimos al distrito 798, llamado así por la calle que lleva ese número. Una especie de Bauhauseada oriental que mezcla negocios de arte, galerías, estatuas, arquitectura y café a precios desorbitantes: el eclecticismo queda marcado en las imágenes. Por un lado, la estatua del chollima, el mítico caballo alado del oriente, símil pegaso. Por el otro, el edificio de Audi Beijing, de claras intenciones arquitectonicas.


El último ítem del día nos llevaba a la estación sur de trenes, Beijing Nan (Nan es sur, y pocas cosas son tan útiles en China como saber los puntos geográficos, para ubicar estaciones, terminales, y calles. Cada ciudad tiene entre 3 y 5 estaciones de tren según el punto geográfico al que se dirijan las formaciones). Al día siguiente yo tenía que estar en Shanghai (según el itinerario que había planeado) y David iba a pasar sus últimos días libres en Tianjin, visitando una especie de colonia italiana, la mayor de asia según sus palabras. A la hora de sacar los boletos, algunos comentarios:
a) me di cuenta que sin David no hubiese podido sacar el boleto. No entienden una palabra de inglés tampoco los empleados ferroviarios

b) las estaciones de tren merecen un post aparte, si no viajás en tren ahí es como si no hubieses ido en primer lugar.
c) En trenes que ofrecen la opción de dormir, hay tres tipos de asientos: Litera blanda (una suite privada), litera dura (un camarote en una pequeño compartimiento con seis lugares) y asiento duro (vieja escuela).
 David sacó el asiento más barato (asiento duro) en lugar de una litera, que por lo general estan en precios bastante accesibles, lo cual me sorprendió, pero me dijo que era para ahorrar plata y que además era una experiencia divertida.
En cambio, los trenes que no ofrecen esa opción son generalmente los de alta velocidad, con boleto a precio único. En virtud de que el único tren que iba a Shanghai era de este estilo no me quedó otra que sacar un asiento en un tren bala. Un garrón (?)



Estación sur de Beijing. Tren que el destino me haría tomar al día siguiente, destino a Shanghai.
A la noche probamos el hot pot en un restaurante local. La pase mal. Realmente mal.

Por último, nos quedó la última mañana antes de separarnos con David. Fuimos bien temprano al Templo del Cielo, Tian Tan. El templo es hermoso, y las estructuras circundantes son chinescamente encantadores. En ese momento vimos el reloj y nos tuvimos que separar: el tren a Tianjin salía un par de horas antes que el mío. Nos dimos un abrazo grande, como correspondía, y nos deseamos suerte. Pero lo que realmente me maravilló fue ver el parquea su alrededor: los adultos mayores (los queridos viejos) son reyes ahí: tenían clases de baile, orquesta propia, otros jugaban a una especie de fulbito con bochas de badminton y veías a señoras de 60 años tirando piruetas a lo Ibrahimovic, practicantes de Tai Chi, todo ante los ojos de los cipreses y el viento. Uno de mis lugares favoritos sin duda.

Y de ahí? A la estación central (los boletos los podés sacar en una terminal diferente a la de tu tren). Era hora de ir hacia el este.








Templo del Cielo y Señores yendose de jarana en plaza Tiantan a la mañana.



Popurrí: estatuas de buda en el palacio de verano, juegos para niños en el cubo de agua, David, me tengo que hacer un instagram urgente porque es una paja subir las fotos una por una y acomodarlas.





jueves, 24 de julio de 2014

Beijing (parte 1)

Llego finalmente a Beijing, cambio los verdes por Yuanes en el aeropuerto, y ahí comienza la fiesta: los billetes de 1, 5, 10, 20, 50 y 100 tenían...la cara de Mao. En tu cara Pellegrini, en tu cara Mitre, en tu cara San Martín, para vos Morón, para vos Chicago. Puntos extra para el origami que le hacen cuando tienen varios billetes. En lugar de darte 3 billetes de uno te arman lo que se ve en la foto:





Me tomé el airport express, un tren que unía el aeropuerto de Jiangsu con la terminal de Dongzhimen, ahí nomás de mi hostel. Cuando estoy por llegar abro el plano que me había impreso y...uh. Eran 3 hojas impresas, tenía las primeras dos. En la última tenía la dirección del hostel. Más o menos me la acordaba, pero no estaba seguro. Les voy a contar un secreto. EN CHINA NO EXISTE EL WIFI GRATIS, salvo que tengas un celular con China Mobile (o sepas leer chino, no estoy seguro sobre esto último).

En resumen, tenía que conseguir la dirección, pero peor aún, tenía que encontrar la calle que el inglés traducía como "inner Dongzhimen".  La respuesta es Dongzhimennei. El tema es que a) los chinos no entendían mi pronunciación b) tampoco podían ubicarla ellos en el mapa (que sí, tenía caracteres chinos).

Párrafo aparte para los mapas: cosa hermosa, genial e increíble. Los mapas me salvaron la vida en todos los lugares donde viajé, pero en Beijing fue donde realmente la rompieron con toda rotura, salvo esta vez, claro está.  

Pregunté en un almacén, no entendieron un carajo. Pregunté en la calle, no entendieron. Incluso me metí en un McDonalds, donde vi unos pibes hablando el lenguaje universal: las cartas Magic (?). Pero ellos tampoco manejaban el inglés (oh la ironía) ni podian ayudarme. De hecho las cartas estaban todas en su idioma. Finalmente, me topé con una mujer occidental que me tiró un centro y me indicó el camino. Después de una hora de desesperación absoluta, llegué a Xiantacang Hutong al 40, que era donde recordaba que quedaba el hostel.

Efectivamente quedaba ahí, sobre un Hutong, que es como decir un callejoncito, donde a la vez hay negocios menores, y casas de familia, tipo shikumen: casas de patio en común y espacio familiar muy reducido. Una versión diferente pero parecida de las casas chorizo. Tampoco es fácil explicar bien que hay en hutongs... de hecho no están presentes en todas las ciudades (porque de hecho la mayoría de las ciudades fue construida hace muy poco tiempo para albergar tanta población). Entonces, los hutongs por un lado son una bendición porque sirven de pulmón ante las cuadras que durarían mil metros ininterrumpidas si no fuera por ellos, pero a la vez que limita la capacidad de construcción vertical de la ciudad. O sea, piensen que los subtes no son como acá, sino que tienen una estación por kilómetro o algo así. Las ciudades están pensadas para albergar trillones (?) de habitantes, por eso no da la impresión de que haya gente amuchada en todos lados, salvo en los transportes. La gran mayoría de cruces le pelea el puesto a la 9 de julio. Y las veredas son más grandes que varias de nuestras avenidas. A pesar del espacio, la ciudad es inmensa: diseñada para satisfacer cualquier pulsión de Godzilla.


Finalmente, llego, me registro, y en la habitación hay un chabón que me sonríe: el al toque por mi inglés saca que soy latinoamericano, y de hecho, argentino. David es el tipo más italiano que ví en mi vida, y por alguna razón no me di cuenta hasta que me lo dijo: le pregunté si era francés, si era yanqui, si era alemán, etc. Había llegado hace poco a Beijing el también. Vivía en Shanghai, estudiando en un intercambio que duraba un año, la carrera que acá denominaríamos "estudios orientales". Y en sus últimos días de vacaciones, decidió ir a la capital. O sea que tenía un roommate que sabía chino. Golazo de mitad de cancha. Al margen de pegármele por cuestiones de conveniencia, la verdad que encontré un amigo, un pibe muy centrado, simpático y que me daría gusto visitar algún día cuando vuelva a su Friuli natal. No tenía mucha hambre, así que pegué unos fideos instantáneos y un helado de tomate (!). Spoiler: no es rico.



A la mañana siguiente nos levantamos temprano y fuimos a la Muralla. Antes pasamos a buscar a una amiga de mi nuevo amigo: Madelyn, una australiana que según nos contó después al no saber hablar chino pasó 12 horas en el aeropuerto de Xi-an desesperada al no poder recibir indicaciones de como irse a su hotel. Fuimos a Dongzhimen y nos tomamos el 916. No fuimos al paso más turistico y plano, al de Badaling, sino que nos fuimos al suburbio de Huairou, a 50 km al norte de Beijing, y de ahí hicimos los 10 kilómetros que faltaban en un taxi hacia la subida de Mutianyu.

Sobre la muralla, no hay mucho para decir: Top 5 eterno de la humanidad.



Bonus: de Mutianyu podés bajarte haciendo culipatín. Así como lo oyen, te subis a un carrito y aceleras y frenás a gusto mientras hacés los 5 minutos de bajada. Espero que a quien se le haya ocurrido esta idea le hayan dado un premio Nobel.


Por una tragedia que luego será narrada, no sobrevivieron muchas fotos de Beijing. Pero algunas como las que mostré, sí. Sobre la capital de China, voy a decir que es una de las ciudades que menos me gustó por su ...diseño? O por como es, no sabría describirlo bien. Pero tiene lugares increíbles para ver, así que te distrae de su lugubridad.

A la noche, los tres fuimos a comer a uno de los restaurantes por la zona de Dongzhimen y Beidajie. Ahí empecé a ver la magia de la traducción: al no manejar casi nada del inglés, podíamos ver platos en los menúes como "FRIED SALTY MARIJUANA FISH". Yo me pedí unos "Silk Worms with Beef and Sauce", pero claramente, no había gusanos, sino más bien algún compuesto de soja o algo por el estilo. Debería haberme pedido el marijuana fish, pero era un poco ...salado, precisamente.  China no es tan barato si querés darte un par de gustos.

A la mañana siguiente habíamos arreglado de ir los tres a la ciudad prohibida. Pero sólo fuimos David y yo. Razón? Nos quedamos dormidos como dos campeones, lo cual desató la furia de Maddie y el "la puta madre me quiero morir vaffanculo despertador!" por parte de David, que creo que le quería tirar una fichita a la australiana y se puteaba ante la oportunidad perdida.

Tomamos la línea 5 en Beidajie, y combinamos con la 1, creo, que te lleva a Tiananmen. El subte chino es lo más, viene a cada minuto y hay televisor en cada vagón, donde pasan publicidades muy lisérgicas. Después ahondaré sobre eso. El boleto? 2 Yuanes, sin importar el destino. Chupala Macri.

Bajamos sobre la plaza Tiananmen. Es enorme, pero no sentí nada. Pero nada, eh.
Luego de gatillar 50 yuanes la entrada (consejo: saquen la ISIC, incluso en China sirve, yo no lo hice y a veces me pude hacer el vivo con el DNI, pero no siempre), entré opara ver la mayoría de las salas...desde fuera. En otras palabras, la Ciudad Prohibida estaba bastante...prohibida

El mausoleo de Mao, no era la excepción. Pero el mundo está atestado por ver cada sala, aunque sea desde unos metros. Por eso resultó imposible ver a los restos embalsamados de una de las figuras más queridas y odiadas en la historia mundial me animo a decir. El morbo no es sólo occidental. Al margen de eso, los jardines imperiales son muy lindos, las inscripciones son copadas y pude observar como siguió la tendencia genial de traducir los nombres y darles una gran impronta poética. China es una fiesta semiótica. Del otro lado de la Ciudad Prohibida tenes el parque Beihai, donde luego de una subida importante podés tener una panorámica a la ciudad y la plaza. Lástima el sol de frente, lo cual dificulta sacar buenas fotos.






La próxima: El palacio de verano, el hotpot de la muerte, la villa olímpica, el 798, el templo del cielo (sí, todo en Beijing). Y como me voy a hacer un instagram con la cantidad de fotos que tengo.

jueves, 17 de julio de 2014

La previa: los aeropuertos de Estambul, El Cairo y Doha.

Colgué como un campeón pero por buenas razones: paja mental y rendir materias. Ya habrá tiempo para hablar de Israel y Turquía, pero empecemos por el plato fuerte, lo más exótico: la China misma. Bueno, no, mentira, vamos a hablar de como llegué a China.

El 26 de febrero a las 4 de la mañana estaba llegando al aeropuerto internacional de Ataturk, Estambul, donde a) a las seis y media de la mañana tenía un vuelo a El Cairo b) perdí mi campera. Esto no será un detalle menor cuando toque hablar de China.

Checkin, gilada, Turquia que linda que sos, Estambul TKM bla bla. Campera al margen, el aeropuerto de Estambul se portó bien (en marzo cuando me tocó dormir ahí una noche lo hice como un imán (?)).

Llegué a El Cairo a las 9 a.m. Consigo la visa, trámite aqui, tramite allá. Tenía que cambiar de terminal, así que tenía que salir y volver a entrar a otra ala del aeropuerto. Ahí me di cuenta adonde había viajado: a un país en crisis, donde te ven como una máquina de $$ andante: querían cobrarme 20 dólares para llevarme a la terminal 1, cuando en realidad había un micro (los shuttles) que te llevaban gratis. Asimismo, cada empleado con quien traté a lo largo del día pretendía baksheesh (propina) por acciones desde señalar donde quedaba el baño o incluso para dejarte entrar a la terminal. El vuelo recién salia a las 5. Cansado y casi sin dormir de la noche anterior, me tiré frente al contador de Qatar Airways hasta que se hiciera hora del checkin. Odié Egipto esas horas, y me preocupó si mi vuelta de China sería tan hostil (el 25 de Marzo volvía de Beijing a El Cairo y esta vez sí, tenía pensado quedarme unos días). Pero bueno, el caballo, el regalo, los dientes, el pasaje había salido 4000 pesos ida y vuelta, no iba a quejarme. Era ridiculo: lo que sale un vuelo Buenos Aires-San Pablo sale uno que une lugares que tienen seis horas de diferencia entre sí.

El Cairo es uno de los principales centros musulmanes del mundo: por eso había islamismos y arabismos de todos los colores: las ropas de los hombres que se ibán para Muscat, Omán, diferentes a las túnicas de los Tanzanios, o los Paquistaníes, que sólo llevaban un atuendo blanco, muy humilde. Finalmente, se hicieron las 18 horas y conseguí uno de esos momentos kodak que te los guardás por mucho tiempo en la mente: el despegué en el atardecer en el desierto. Como casi siempre cuando ves algo increíble, el plástico del avión impidió una foto acorde a la genialidad del momento. De hecho uno de mis inventos favoritos es el que te permita recrear en el mundo real imagenes y cosas que viste que sólo yacen en tu mente y en tus recuerdos. Así en menos de 24 horas pisaba y me iba de África por primera vez.

El avión? Lleno de chinos, obvio. Parecían todos muy normales. Todavía no me daba cuenta en que me había metido (?). La escala la hicimos en Doha, Qatar. Llegamos a medianoche y desde arriba, ves como una ciudad 6 estrellas puede albergar una Copa del Mundo en 2022. Nunca fui a Dubai, pero desde lejos los imaginé muy similares, a puro neón azul. Como si fuese la capital de Tron.

Durante el viaje, pasamos por varios países del Golfo. Me hubiera gustado conocer alguno, pensé. Omán, Kuwait, Jordania, Arabia, Yemen. Bueno, Yemen no porque está todo mal ahí: la capital, Saná, es una ciudad increible, al menos en fotos. Es parecida a Jerusalén de alguna forma, pero musulmana. Con la salvedad de que no hay agua ahí. Ni otros servicios básicos. Ni wifi. Pero se ve linda, eso sí.

En fin, quedará para la próxima (?). El aeropuerto de Doha, a medianoche, tenía más o menos, unas 50000 personas aguardando miles de conexiones. Desde Nueva York hasta Maputo, París, Tashkent, Jeddah, Rio de Janeiro. Lo que se decía una terminal global. El free shop la rompía también (?).

Una perlita: el avión nos explicaba mediante un video animado para mostrarnos los transfers. Como youtube es la mejor página de la historia, lo tiene. La magia aparece en el 1:55, pero les recomiendo ver todo para entenderlo mejor (?)

https://www.youtube.com/watch?v=Hk5U9Zq_JNU

A las 14 hs del 27 de febrero, después de 26 horas de viaje y menos diez ganas de mirarme en el espejo, llegué a Beijing. Ahi empieza el próximo post.

sábado, 8 de febrero de 2014

Antes de Partir





Como mencioné antes en otro post, cuando era chico me enamoré de la idea de viajar por todo el mundo, de un saque. Pero a medida que fui cultivando una falsa chapa de pibe de barrio (perfil que me gusta imaginar que todavía existe) comencé a pensar que viajar era un gasto innecesario. Nunca había salido del Mercosur y me daba lo mismo ir a las Islas Galápagos que a la Laguna de Lobos (con el debido respeto a la cuna del pocho, claro está).

Varios de mis amigos habían estado por otros lugares del mundo y de alguna forma sentía que con sus relatos, fotos y demás yo ya había visto lo que ellos vieron. Bueno, este año me toca viajar, ayudado un poco por la suerte, la genética o lo que sea.

El plan para mis próximos meses es este: Del 10 al 20 de febrero, en virtud del apellido de mi madre y las prácticas de mis ancestros sefaradíes, voy a pasear por Israel con un contingente de 40 personas. Sí, Bría. Yo también. Una vez finalizado el tour, voy a pasar un par de noches con mi amiga Julia y su novio (que no conozco, pero a esta altura ya es algo así como un personaje mitológico) quienes me van a hospedar en Tel Aviv. Luego, Estambul es el próximo destino, donde tengo 4 días y 3 noches para conocer la ciudad. De ahí...a la madrugada tengo que tomar un vuelo a El Cairo, para 8 horas después...ir a Beijing. Y tener 28 días de habitar el suelo de ese país. Paréntesis. El pasaje del Cairo a Beijing me salió 4000 pesos, ida y vuelta, final. CON el 35%. Qatar airways te amaré por siempre.

Y en China... no sé, supongo que es la aventura de mi vida. Lo único que sé es que tengo 3 noches reservadas en Beijing y que tengo un vuelo a Hong Kong por 3 días también (y andá a saber, me pego una vuelta por su Disney en una de esas). Llevo mi ropa de montaña (bolsa de dormir y toda la bola) porque quiero conocer dos de las moñtanas sagradas, Huangshan en la provincia de Anhui y Emeishan en Sichuan (shan es el sufijo para las montañas) y pasar una noche en cada lugar, viendo el sol o las nubes o lo que sea salir por la orogenia.

También asumo que también andaré por otros lugares de Anhui unos días (los pueblos de agua de Xidi y Hongcun) antes de ir a Shanghai (de ahí parte el vuelo a Hong Kong). Con 3 días no se si tendré tiempo de pasar por Macao, pero sí se que de ahí me tomo un vuelo a Chongqing, a conocer las esculturas rupestres de Dazu. El próximo destino es Chengdu, a comer la comida de Sichuan e idealmente, ver muchos pandas y red pandas. Si la paz social lo quiere (marzo es un mes de tensiones por el oeste de China, es el mes donde los monjes tibetanos salen a protestar, incendiarse, etc. por la situación actual del Dalai Lama) me adentraré más al oeste para conocer los monasterios de Kangding y Tagong, a casi 4000 metros de altura, sitos en la prefectura autónoma tibetana de Garzé (el chino (?)). A diferencia del Tibet propiamente dicho, que si requiere una visa y está 100% cerrado a los extranjeros en marzo, las prefecturas autónomas tibetanas del oeste de China pueden no someterse a la veda.

De allí, me quedarán unos 5 días en los cuales supongo iré a Xi-An a conocer no sólo sus Guerreros de Terracota, sino también su barrio musulmán o su muralla (No confundir con la Gran Muralla, que está a unos kilómetros de Beijing nomás). Si todavía tengo tiempo, pasaré un día por Pingyao y ahí sí, volver a donde vine: Egipto.  La idea sería estar un par de días para conocer el museo y las pirámides, y salir nuevamente a Israel, donde el vuelo a Buenos Aires me espera. Me fascina la idea de hacer el cruce de Egipto a Israel por tierra porque es muy barato, pero no se si las rutas están abiertas a turistas. De hecho la ruta de la península del Sinaí es peligrosa, tipo alerta roja, así que está cerrada. La forma de volver por tierra es bordeando el Golfo de Aqaba, con Sharm-el-Sheikh como parada intermedia, para ahí si, llegar a la frontera entre Taba y Eilat. Aún no se bien que hacer con eso, pero dios proveerá. Y volveré a casa tras 50 días de alguna forma.

En todo este caos de viaje de casi dos meses, apareció el factor de las despedidas. Vieron cuando les dicen "che, veamonos un día de estos" o "sí, juntémonos de una" y la mayoría de las veces todo queda en la nada porque somos colgados, tenemos otras cosas que hacer y demás? Bueno, resulta que la gente se acordó esta vez.

Desde entonces, y hace más de una semana que no ceno en mi casa. Asados, fideos, cervezas , comida china (sí, de verdad), pizzas, sushi, muchos encuentros y buenos deseos que mis amigos me acercaron antes de que me fuera, en una nueva demostración cabal que hay personas que son lo más (cursilerías, soy fan y me la banco). Me di cuenta mientras escribo esto que sobre todo en China, territorio libre de Facebook, voy a extrañar sus chistes. Otros también se acercaron para desearme buen viaje y recomendarme un montón de cosas de sus propias experiencias.

En contraposición a las noches, estaban las mañanas donde siempre tenía que ir a hacer algun trámite: Visas, seguros, vacunas, etc. Y a la tarde había que trabajar. Entonces eran todos días de triple turno en que siempre volvía muy cansado pero estaba contento.

Para colmo, está semana me robaron el celular. Tuve que ir a Liniers a las 9 de la matina a buscar el Chip por correo, aprovechando que voy a la meca de los celulares (China) para comprar uno nuevo ahí. Así que recién a fines de febrero les diría que me manden mensajes de texto o wasaps, porque no quiero herir sus sentimientos con mi falta de respuesta digital.

Y del oeste fui a once, mi segundo hogar a esta altura, a trabajar, a terapia, y acá estoy en casa. Es sábado a las 4 de la tarde, estoy terminando de armar el bolso y estoy fundido. Y mañana a las 8 y media de la mañana llego a Ezeiza y ...y comienza todo, supongo.



A quienes buscan pija les deseo pija, les deseo concha a quienes buscan concha, paz a quienes buscan paz, redes sociales a quienes buscan redes sociales y espero que anden todos muy bien cuando vuelva.

miércoles, 29 de enero de 2014

Sábado en el Sarmiento


(Este es viejo, pero sentí que tenía que estar acá en el blog)

Quizás algunos estén familiarizados con las personas que venden MP3 en el tren, con un cilindro con el poder de pasar música. Saben que son pasadas largas y que pueden durar 10 minutos antes de cerrar la venta.

El vendedor de hoy quiso ser un chico pepsi (?) y se animó a más. Entró frenéticamente al vagón, claramente víctima de sustancia, pasó un tema de Jerry Lee Lewis y se puso a bailar el twist.

-“Con esto no sabés como mi viejo la revoleaba a mi vieja!!!” espetó mientras movía sus pies. Y prosiguió:

-“Pero ojo, este cd no sólo es para la vieja o el viejo, también es para el pibe!!”
Y puso un tema de Arjona.

-“Uh, pará, pará, la cagué, perdonen”

Instantes después lo cambió por uno de Callejeros, que cantaba desaforado de principio a medio (porque nunca pasan los temas enteros, es sabido esto). Acto seguido, sonó Jijiji, acompañado por un:

-“Che loco, el papa es argentino, papá, seguro cuando salió al balcón pensó que quería cantar esta parte: No lo soñeeeeeeeiiieeeeeeieee” mientras acompañaba moviendo su brazo cual cántico de cancha junto a su voz. Tras esta polifonía del Indio y el vendedor (y probablemente Francisco, ahora que lo pienso), empezaron a sonar las primeras frases de la argentinidad al palo “ … La calle más larga, el río más ancho, las minas más lindas del mundo...” mientras con orgullo se golpeaba el pecho y afirmaba:

-“Es todo acá, papá, todo acá, como las cervezas en botella de plástico”

A los veinte segundos, suena Cuando Pase el Temblor. Acá lo destacable lo trajo una nenita de no más de 5 o 6 años, que con una sonrisa grande y ojos azules como la barrita de Facebook repetía sintagma por sintagma al transcurrir la melodía.

Para el final, tenía guardado un as bajo la manga. Miró a una señora a unos asientos de distancia, y le acuñó un “Uh, esta es para vos, sé que la estabas pidiendo!!”. I saw her standing there comenzó a oírse, acompañado por un paso de baile, obviamente .

- “Te moví una fibra sensible” después le tiró con una sonrisa.
La señora compró el Mp3. Otras 4 personas más también. Confieso que estuve tentado de ser el sexto, sólo por la performance.