lunes, 23 de marzo de 2015

La ruta al techo del mundo.

La región del Tibet originalmente consistía de 3 grandes provincias, en una especie de triángulo: Kham al este, Amdo al norte y U-Tsang al oeste. En la primera mitad del siglo XX, con el gobierno del Kuomintang, el Tibet pudo repeler las invasiones a las cuales fue sometida una y otra vez. Sin embargo, con la llegada de Mao al poder, el Tibet sufriría una reducción del territorio que perdura al día de hoy: casi la totalidad de lo que era Amdo quedaría anexado en las provincias Chinas de Qinghai y Gansu (ahí está el monasterio lama de Labrang, el más grande fuera de Lhasa) mientras que la mayoría de Kham formaría parte de Sichuan, quedando una pequeña fracción en lo que hoy conocemos como Tibet.

A partir de los últimos años el acceso al Tibet para turistas no chinos está prohibido en el mes de marzo (y a veces la veda se extiende por más tiempo). Si bien el gobierno Chino dice que el Tibet "cierra por mal tiempo" lo cierto es que se trata del mes de reclusión en protesta por el exilio del Dalai Lama, y también es el mes donde históricamente ocurrieron la mayoría de los levantamientos por la independencia tibetana. En conmemoración a esos sucesos, las fronteras se cierran. No es de sorprender entonces que haya una fuerte presencia militar y policial en las regiones tibetanas dentro y fuera de la provincia propiamente dicha.

El objetivo de mi viaje siempre fue el Tibet. Sin embargo, la época no ayudaba (Marzo) y tampoco los costos (conseguir una visa para Lhasa es complicadísimo y caro, porque a partir del 2010 tenés que reservar un tour y además tenés que conseguir un grupo de tu misma nacionalidad para recorrer las instalaciones de Potala, lo cual hace muy muy difícil siendo argentino recorrer Lhasa hoy día, y menos como viajero independiente). Entonces cuando planeé el viaje tenía tres opciones: desechar cualquier intento de tibetaneidad, ir a Amdo o ir a Kham. Después de mucho dudar, elegí ir a Kham. Y esa es la explicación por la cual fui a Chengdu.

Luego de irme de Pandas, agarré mis cosas y fui para la terminal de micros de Chengdu. Idealmente quería conseguir un pasaje a Kangding (o Dartsendo en tibetano) bien temprano para no llegar de noche, pero fue imposible, sólo había lugar en el último micro del día, a las 14 hs. Un chino bastante alto, de unos 20 años, tez trigueña, con camisa y pantalón de jean, con el pelo largo y enrulado y en un estado de higiene discutible gritaba "Kangding Kangding!" cuando me vio llegar hacia el micro. Se trataba nada más y nada menos que el chofer.  Como tenía pensado volver a Chengdu en unos días (tenía un tren a Xi-an desde ahí) dejé la mochila grande en el guardarropa de la terminal por un módico precio: 40 yuanes. También es posible ir de Chengdu a Kangding en avión, pero en invierno el aeropuerto está cerrado.
 

El viaje a Kangding dura entre 7 y 8 horas, por una ruta de montaña en su mayoría rural y en un solo carril. Lo que no te avisa nadie es que al parecer todos los tibetanos son camioneros. Es impresionante y emocionante la cantidad de camiones con leyendas escritas en tibetano. Bastante copadas de ver, también. Ahí realmente sentís que estás yendo a un lugar muy distinto a lo que viste en tu vida. El día que sea camionero (si ser sociólogo es ser tachero ser camionero supongo que será el posgrado) mataría por tener una.

El problema de la ruta y la cantidad de camiones es que puede que tengas colas de tránsito a 3500 metros de altura en la ladera de una montaña. Nuestro chofer (que a esa altura ya me había dado cuenta que no era un Chino han como la mayoría, sino que era justamente un khampa) con su estilo de conducción no hacía más que alimentar la  idea de que desbarrancar, chocar o morir eran posibilidades más que fehacientes. En Argentina quizás no manejamos bien, pero al menos tenemos miedo de chocar nuestro auto o tirarlo por un barranco. Así que le tengo que dar la razón en esta a los que dicen que viven con miedo (?).

Diez horas, casi cuatro caídas y casi cinco choques después llegamos a Kangding, capital de la prefectura de Garzé (el chino (?)), la más grande de Kham. No tenía donde dormir, y mi único contacto con el lenguaje había estado con Liam y Jackie, dos británicos que viajaban conmigo en el micro y miraban con la misma desesperación al chofer cuando se mandaba una de las suyas. Llegamos a eso de las 10 de la noche y había un vendaval de chinos y tibetanos ofreciendo alojamiento. Liam dijo que había conseguido unas camas por 40 yuanes. Le dije que me parecía bien y fuimos a unas muy muy humildes habitaciones, al lado de algo que parecía un taller mecánico. Básico y bastante descuidado por el paso del tiempo, pero no faltaba nada: cama, manta eléctrica, tv, termotanque eléctrico y letrina (si bien en la mayoría de China el inodoro llegó para quedarse, en el Tibet se vive y se muere de dorapa).

A esa hora comer ya estaba fuera de las posibilidades. A las diez las únicas luces prendidas son las de muy pocas casas y las cocinas cierran.

Sólo les voy a decir que prendí la tele y me emocionó mucho el ver las noticias con caracteres tibetanos en la pantalla.

Kangding, sita a 3000 metros de altura, es la capital de Garzé, pero la población no es completamente tibetana. De hecho, si bien los censos dicen que es mitad y mitad, realmente lo sentís como China con varios destellos de Tibet. Yo sabía que mucho para hacer en Kangding no había, pero la hora a la cual llegamos destruyó cualquier iniciativa de ir a primera hora a Tagong (Lhagang en tibetano), donde ahí se habla tibetano, se come tibetano, y se ̶i̶n̶m̶o̶l̶a̶  vive tibetano a más de 4000 metros de altura (y a lo largo del camino llegás a alturas de casi 4700 metros sobre el nivel del mar). Eso quedará para el próximo post.

Por lo pronto les cuento que la ciudad de Kangding está dividida por un río, la comida no tiene casi gusto (el lugar hace que la alimentación sea una cosa bastante básica. La sal está casi fuera de la dieta y la prioridad es no pasar hambre). No obstante hay pequeños vicios de occidentalidad: la tienda de café tiene una estética bastante parecida a los de occidente y allá también los smartphones llegaron para quedarse. Las casas intercalan una estética entre China y Tibetana, e incluso el templo lama de la ciudad parece perderse entre la etnicidad. La plaza del pueblo (que de verde no tiene nada, es un gran cuadrado de concreto) es el lugar donde las personas se reunen al caer la tarde. Mientras Jackie se quedó leyendo a George Martin, con Liam salimos a descubrir todo esto. 22 años, nacido e hincha del Coventry, salió con su novia a recorrer el mundo. Después de China querían llegar a Sri Lanka, tras un viaje que comenzó en octubre y terminaría en abril o mayo, segun sus cálculos. Un pibe al que le encantaba hablar de fútbol, de cerveza, y me explicó que el Full English Breakfast es así de salado y lleno de colesterol porque es el mejor remedio que los británicos tienen contra la resaca. Al anochecer, vimos una de las situaciones más inusuales que presencié en mi vida. En la puerta del taller había unos 10, 15 choferes tibetanos, perfectamente vestidos con sus gorras cowboy y camperas de cuero, empujándose y gritándose cosas entre sí. Liam le hace un gesto al dueño del taller, levantando los puños, del tipo "se están peleando?"  El dueño del taller asiente, y vemos como se desenvuelve la trifulca. Puteadas, algunas piñas, empujones, agite. Hasta que en un momento forman una especie de círculo que se va cerrando más y más....hasta que en un momento alguien grita "OK!", los 15 choferes pegan un salto, gritan "wiiii!" y se van corriendo hacia la terminal tomados de la mano, sonriendo. Liam y yo nos miramos, pusimos nuestra mejor cara de "(?)" y nos encogimos de hombros, sin entender nada de lo que había pasado. Buscamos al dueño del taller para pedir alguna explicación, pero ya no estaba. Creo que nunca vamos a entender que fue lo que ocurrió y está bien que así sea. Mejor pensar que los tibetanos son unos locos del carajo.


Al día siguiente, ahí sí, estabamos a las 6 de la mañana yendo al centro a buscar alguna minivan para llevarnos a Tagong, en un viaje de tres o cuatro horas. Conseguimos un par de panes sin gusto a modo de desayuno, y esperamos poco más de una hora a que se llene la minivan (con capacidad para seis). Esto es una práctica usual, y los choferes se van a pelear entre ellos para llevarte. No hay muchos turistas o personas que necesiten una minivan en marzo, y hay muchos pero muchos choferes. La tarifa estándar es 50 yuanes per cápita, pero hay quienes dicen que a veces tienden a cagarte y hacerse los boludos, aprovechando que juegan de local. A nosotros no nos pasó.

A las siete de la mañana seguía habiendo una luna impresionante, y el sol no parecía tener ganas de salir en breve. Había llegado la hora de conocer Kham.

https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/sets/72157651104629159/

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