jueves, 13 de junio de 2013

Amok





10 pm, aproximadamente. Llegaba con lo justo al andén 2 para el último servicio del día. El tren en plataforma 4 mientras yacía, descansando, sin efectuar servicio de pasajeros. Me tocaba ir parado.

Para mi sorpresa, me metí y me crucé con un tipo, de unos 3 o 4 años más de vida que yo, con, exactamente, la misma remera y la misma campera. Después de 5 segundos de miradas raras y desconcertación mutua, el se animó a más y espetó un “buena remera”. “Buena campera” fue la respuesta natural que se me ocurrió. A todo esto, algo raro pasaba. El tren intentaba arrancar, pero efectuaba movimientos mitad carreta mitad suspensión hidráulica, como las de los fabulosos Cadillacs de antaño.
El altavoz entonces rugió “Tren de plataforma 4, abrir las puertas laterales”. Algunos inmediatamente se pararon y tomaron posición. “Tren de plataforma 2 no efectúa servicio de pasajeros debido a inconvenientes técnicos”. Y largaron.

Aproximadamente entre 150 y 200 personas corriendo desesperadamente de un tren al otro a toda velocidad. To run amok run amok ran amok.

La misma reacción que uno esperaría de un apocalipsis zombie, estaba al servicio de la ergonomía moderada. La locura por un asiento en el último tren a casa. Por principios, y principalmente por el hecho de que sólo viajaba 3 estaciones , hice mi camino pedestre hacia la nueva formación, mientras la gente seguía a mi derecha en su carga desesperada. Para mi fortuna, a eso del quinto vagón un asiento me tiró onda, y agarré viaje. Justo en frente, se apoyaba un sujeto - que supuse vendedor de bebidas por su indumentaria y por el hecho de que tenía uno de esos recipientes para vender bebidas de forma ambulante - , custodiando el asiento contiguo con su instrumento de trabajo. Tenía un tatuaje en su brazo derecho con la inscripción “Julio” y otro en su mejilla derecha con dos lágrimas. Poseedor de una dentición particular, parecía consumir su propia mercancía, en forma de lata de Quilmes. A cada mujer que pasaba, la invitaba a acercarse con un “Vení mi amor”. Tres o cuatro amores después, finalmente llegó una señora de unos 40, 45 años, con una cartera de un símil animal print, que le dio un beso y le dijo “Gracias por guardarme el asiento”.

¿El viaje en sí? Encantadoramente trivial, mientras pensaba en como escribir estas líneas y deseando que el sujeto de la buena remera y la buena campera no hubiese perecido en la estampida. Incluso le deseé un asiento. Estaba a punto de pararme para bajar en casa, cuando ví una de esas publicidades gráficas de Messi y el Barcelona para Herbalife. Algún travieso le había pintado al astro una barba candado. Con una de esas encima, hasta el balón de oro parece Caruso Lombardi

No hay comentarios:

Publicar un comentario