lunes, 14 de diciembre de 2015

La París de África, parte I

Meses después de aquel último post, pensé que también era justo contar la historia que vino después, y antes también. En este orden anacrónico, destacaremos los sucesos entre el 25 y el 28 de Marzo del 2014, justo después de mi aventura China.


 Pájaro, pájaro, ojo gigante, pirámide, pájaro, ojo gigante, pez muerto, cabeza de gato, cabeza de gato, hombre haciendo así... postales del Museo Egipcio.

En esta cosa extraña que supone el concepto de desplazarse entre meridianos, salí a las 2 am de Beijing y volé durante 6 horas para llegar a Doha a las 5:50 am. Por un lado sabía que no me quedaba mucho tiempo de viaje antes de volver a Buenos Aires, y a juzgar por las horas que había tenido de escala en el Cairo, pensé que no la iba a pasar del todo bien en la convulsionada capital Egipcia, en contraposición a la suprema amabilidad china. Pasaron las tres horas de escala en el megaaeropuerto de Doha, cargué el celular un rato y del avión lleno de Beijing me subí a uno semidesierto que iba hacia el Cairo. Creo que no había más de quince pasajeros en total. 13 varones y dos turistas rusas, que no se privaban de ningún lujo en el avión: champán a las 7 am, vino blanco, uso y abuso del free shop de la aerolínea. Carteras y ropa de primerísima marca y un estado de exaltación aparente, mientras yo creo que no llegaba a los mil pesos en el total de mis prendas ¿qué carajo hacían en este vuelo? ¿Qué hacen yendo de clase turista jetsetizada a un país al borde de una guerra civil, donde además la burka es lo único que te separa de un maltrato o acoso en la vía pública? (Si bien no lo vi con mis propios ojos, son conocidos los relatos de lo que ocurre con las mujeres sin compañía en países donde se aplica la ley de la Sharia).

En fin, 12 del mediodía, se ven las pirámides y el desierto al llegar al aeropuerto. Y cuando las turistas rusas bajan del avión, no me olvido más de la expresión boquiabierta de los controladores aéreos y sus balizas. Creo que hasta que las muchachas se fueron de la escena ellos no pudieron cerrar la mandíbula en esa mixtura de estupefacción, asombro, incredulidad y pajerismo.

20 dólares la visa de entrada (hay una casa de cambio antes de migraciones) y el acoso y la desesperación por decenas de transportistas que precisan hacer unos mangos y llevarte a algún lado cuando pisas la sala de arribos. Previendo esto, yo había arreglado un transfer con el hostel esta vez. No me sentí capaz de arriesgarme a llegar al centro de una en una ciudad como esta, que no conocía a priori, y además por lo que había averiguado no sobraban opciones para ello tampoco. Así que nada, 80 libras egipcias (10 dólares aprox.) y tenía un traslado directo al hostel, en lugar a arriesgarme a que me cobren el doble o el triple. Igual, lo de las 80 libras siempre es relativo. En Egipto la noción de propina se conoce como  Baksheesh y consiste en justamente, dar un adicional a quien provee el servicio. Se usa bastante este premio al servicio dado con "lo que te haga feliz", monetariamente hablando. Si estás hablando con un egipcio y este saca a relucir el asunto de la felicidad, probablemente esté pidiéndote unas libras. También un movimiento de mano derecha en alusión al dinero puede indicar esto.
Por su parte, las rusas consiguieron un taxista para llevarlas al centro, por su parte. Como no salieron en las noticias voy a asumir que no les paso nada (?).

Mi chofer , por otro lado, no aparecía. Se hacía tarde y me estaba empezando a impacientar. Cada dos por tres aparecían otros conductores para llevarme y yo me negaba. Finalmente apareció el chofer, un pelado angloparlante con el cuerpo de un Marine y anteojos de sol a lo Morpheus y a disfrutar el comienzo de la primavera en el Cairo con 30 grados y pantalones largos (porque si bien no está estrictamente prohibido el usar shorts en un país islámico, sí está muy mal visto y no da ofender a los señores  musulmanes). Salimos del aeropuerto, pasamos por Nasr City, Heliópolis y finalmente llegamos a Midan Tahrir, el centro cairota, no sin antes vivir uno de los famosos embotellamientos de tránsito propios de la ciudad que serían moneda corriente durante mi estadía. En fin, me despido de Matrix y llego a un edificio bastante viejo, en pésimo estado y subo por el ascensor hasta el tercer piso.

Al parecer en los primeros dos pisos hay oficinas o negocios, pero tampoco se ven muy favorecidos por el estado del inmueble. El ascensor no tiene puerta, y el piso del mismo es simplemente una pieza de madera grande adherida a las poleas. Porque esto es África, diría Shakira. El hostel, sin embargo, distaba bastante del aspecto calamitoso del edificio (y de la ciudad en general, que bien podría valerse de varias manos de pintura): sencillo, acogedor, agradable, y sobre todo, barato: 35 libras egipcias la noche (o sea, 5 dólares).

En la recepción estaba Ahmed, estudiante de trabajo social que se ganaba la vida en el hostel, junto con Eslam, que en este momento no estaba. Ahmed tenía la típica cara de árabe con nariz grande, tez trigueña, barba incipiente y rulos cortos. Un pibe muy simpático. En el hostel había algunos huéspedes, pero dos llamaron mi atención: un viejo americano que bien podría haber sido Willie Nelson, y un italiano, Doménico, alias Memo. El primero parecía simplemente con ganas de vagar por el mundo: había venido desde Lusaka, luego pasó por Kinshasa y su próximo destino aún no estaba decidido, aunque parecía ser Estambul. Su despreocupación Lebowskiana daba a entender que estaba bastante curtido en esto de viajar a todos lados. Memo, por su parte, se ganaba la vida sacando fotos. Estaba hace unos tres meses como corresponsal y no veía la hora de irse a la mierda.

El Cairo es una ciudad abrumadora al principio. Todos te miran, todos tratan de venderte algo, todos te chamuyan para llevarte hacia su negocio. Es una ciudad de gente muy carismática y muy seductora para los negocios. Así que salvo que estén seguros de querer comprar algo, estense atentos y con el instinto abierto.  La ciudad te hace acordar mucho a Buenos Aires -después de todo es la París de África- aunque como bien mencioné antes, su estado edilicio general no es el mejor: edificios viejos que necesitan pintura, muchos cerrados y en estado de abandono, una ciudad de 17 millones de personas donde los policías de tránsito hacen las veces de semáforos (sí, no anda ni un sólo semáforo allá) y en el cual la plaza principal de la ciudad, Plaza Tahrir, da justo en frente a un edificio rosado, uno de los más conocidos de la ciudad. Pero no se trata de la Casa Rosada, sino del famoso Museo Egipcio. Sin embargo, a priori, no da la impresión de tratarse de un museo: su acceso se encuentra absolutamente colapsado de gendarmes, carros anti disturbios, alambres de púas, y hasta algún que otro camión de artillería (!) custodian la entrada al museo. La entrada al museo cuesta 75 libras egipcias (o EP) pero casi como todo en El Cairo, viene con trampa: la sala de las momias cuesta un adicional de 100 EP más (recuerden, proporción de 1 US$ - 7 EP).

El museo está bárbaro, pero sospecho que sería aún más espectacular si los británicos no se hubiesen llevado algunas piezas clave al British Museum donde las exponen. Sin embargo, está lleno de sarcófagos, objetos, papiros, monedas y artefactos, además de la historia de los faraones y demás. De hecho, el museo Egipcio es el lugar donde hay más antiguedades faraónicas del mundo.  La joya es la máscara de Tutankamón y te lo hacen saber: siempre hay dos personas vigilando para que no le puedas sacar una foto a la pieza (igual metimos una de queruza acá, aunque no es ideal https://www.flickr.com/gp/alosconfinesdelmundo/gQr4Hx).  Idéntico tratamiento se aplica a la sala de momias, donde ves en que estado se conservan los cuerpos tres siglos después (si se van a ir de este mundo, momifiquense chicos, es la posta). También hay que señalar que en el 2011 en una incursión se robaron varias piezas, pero que luego fueron encontradas (no todas), e hicieron una exhibición especial donde se muestran precisamente las piezas robadas.

El museo también estaba lleno de chicos de una escuela de arte, que habían ido al museo a hacer dibujos. Así que había carpetas y hojas canson por doquier. Los chicos se dieron cuenta que no era de allá, así que también me charlaron un rato, bastante copados la verdad. Creo que deben ser las únicas personas que conocí que no querían venderme nada en aquella ciudad. Con dos horas te alcanza para recorrer el museo, tres es ideal por las dudas y con noventa minutos es estar jugado, pero se puede hacer.

Todo lo que quieren las wachas
           

Después, fui a comer algo así que me pedí un sandwich. Me atendió una chica que tenía los famosos "ojos de medio oriente", mitad verdes, mitad violetas. Nunca había visto unos así antes, tal como le pasó a Shakira (?) . No me pude contener y tuve que sacarle una foto con carpa. Por suerte no se dio cuenta, porque ahí si le sacas una foto a alguien que no quiere, sobre todo a una mujer, se pudre. Yo me enteré de esto después.

Para ir cerrando el día, me di una vuelta para conocer un poco más el centro de la ciudad, y hacia el norte, tenés el río más famoso del mundo: el Nilo, que separa la ciudad en dos, pero en este caso, Midan Tahrir y la isla de Gizera, donde está Zamalek (un barrio de clase media alta-alta). En esta última se encuentran la Torre del Cairo (lastimosamente estaba cerrada así que no pude ver una panorámica desde la isla), la Ópera, el estadio del Al Ahly (nota mental: soy un forro, me encanta coleccionar camisetas de fútbol, voy a Egipto y no me compro una?), y los pocos edificios modernos por la zona urbana de la ciudad. Aclaración obligatoria: Gizera no es Giza, donde están las pirámides.

El Nilo puede ser cruzado a pie por uno de los dos puentes, llamados 6 de Octubre y 15 de Mayo. En El Cairo muchas cosas están llamadas en función a fechas, por lo que percibí: calles, monumentos y demás. Más que en otras ciudades (incluso más que en Buenos Aires). Si querés podés subirte a una feluca y pagar para recorrer en bote el río, pero eso es una actividad más para la noche y que idealmente querés hacer acompañado, salvo que te gusten los paseos en bote de a uno.

El Nilo dividiendo el Cairo Central de Gizera
Y hablando de noche, a dormir temprano que mañana a las 7 tenía que arrancar para ir a las Pirámides de Giza.  Así que me pedí un plato de Kushary, el plato nacional de Egipto (arroz, macarrones, lentejas, garbanzos, cebolla, salsa de tomate, ajo, vinagre y un poco de especias, todo en un mismo plato) y a la cama.

Las fotos, como siempre, acá:


https://www.flickr.com/photos/alosconfinesdelmundo/albums  (también están las de la segunda parte de este relato Cairota. Saben lo complicado que es subir 200 fotos de un saque a Flickr y ordenarlas cronológicamente por suceso? Ni loco)

Pero en resumen, van a ver:

-Las pirámides y sus alrededores
-El museo Egipcio
-Algunas postales y sueltas del Centro
-La Ciudadela de Saladino y el mirador de la ciudad
-La mezquita de Mohammed Alí Pasha (que está dentro de la Ciudadela)
-Un par sueltas de la iglesia Copta, en la ciudad vieja
-Zamalek
-La Ciudad de los Muertos.





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